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Mostrando entradas de noviembre, 2014

Sergio Hernández: Ultimas Señales

JORGE MUZAM -. Nació en Chillán el 17 de marzo de 1931, siendo el menor de nueve hermanos, la mayoría artistas. Publicó doce libros. El último de ellos en 1998, titulado Adivinanzas, un libro para niños . En 1997 recibió el  Premio a la Trayectoria en el campo de las Letras (otorgado por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura del Ministerio de Educación) Supe de él a través de ciertos comentarios que se difundían en facebook y que expresaban molestia porque la familia del poeta no permitía que sus amigos y admiradores lo visitaran. Esto ocurría en momentos en que su salud se encontraba muy deteriorada. Hasta entonces no lo había oído nombrar. En mi amplio registro de lecturas de poetas chilenos me faltaba increíblemente uno de los más importantes. Sus libros no son fáciles de encontrar. Como ediciones únicas que nunca superan los 1.000 ejemplares, rápidamente se pierden en los rincones polvorientos de bibliotecas anónimas o son vendidos como combustible en las fe

Lima y sus perritos

CLAUDIO RODRÍGUEZ MORALES -. Aunque Miraflores es un barrio de limeños regalones, de chalets con jardines bien cuidados, restaurantes exclusivos, bufetes de profesionales y comercio de retail, las costumbres automovilísticas del Callao, La Perla, el centro cívico o San Miguel se reproducen idénticas a través de bocinazos, aceleradas, frenadas, giros y ronquidos de motor.  -Háblale tú, mejor –dice Pamela-. Asústalos con tu cara para que te cobren menos.  Entremedio de ese alboroto de fierros y llantas, hago el mejor esfuerzo por triunfar en la ley de la oferta y la demanda en la ciudad donde nunca llueve (los últimos pisos de las edificaciones están al aire libre, para lo que hay dos explicaciones, una cándida y otra utilitarista. La primera dice que las familias mantienen materiales de construcción y trabajos sin concluir en sus techos, como una forma de prolongar la permanencia de sus hijos casados y su descendencia en el hogar; la segunda explicación apunta al deseo d

Novela negra peruana. Del origen a la dispersión

CLAUDIO RODRÍGUEZ MORALES -. En una búsqueda afanosa y por momentos errática del Big Bang de la literatura negra peruana, nos encontramos con un curioso experimento de época que data de fines de 1911 y que cuenta con los clásicos ingredientes del género como la sangre, el plomo, la oscuridad, los callejones, la incertidumbre y la mala reputación. Pero antes, un poco de contexto. Se trató de un año variado -como cualquiera podemos concordar- en que la hermana república del Pacífico, gobernada entonces por el Presidente Augusto B. Leguía, debió padecer el Conflicto de Pedraza, escaramuzas en la frontera con Colombia por la posición territorial de una vasta zona de la Selva Amazónica. Historiadores de ambas naciones han intentado pasar por alto o minimizar estos hechos a ver si se seca la sangre. Por otro frente, el profesor de historia estadounidense Hiram Bingham arribó, guiado por un joven indígena, a las ruinas de Machu Picchu y dio inicio a trabajos de recuperación

Un libro para ti

JUAN PABLO JIMÉNEZ -. Fue de la nada. Así como se escriben las cosas en la vida. El actor chileno Alberto Vega se cayó en bicicleta. El golpe fue tan grave, que nunca más pudo volver a moverse, tampoco a hablar. El hombre que vivía para y gracias al movimiento, que construía sueños sobre las tablas a través de sus brazos y palabras, se iba a negro de un segundo a otro. Ya nunca nada volvería a ser de la misma manera. Ni voz ni movimiento. Sensaciones en el aire. Un silencio que después se transforma en palabra. Nunca una mirada dijo tanto. Alberto Vega tuvo que aprender todo de nuevo, aunque sin poder expresarlo como quisiera. En “Mírame a los Ojos”, el actor comunica en palabras –gracias a un programa computacional– muchas de aquellas cosas que fue atesorando en estos ocho años sin poder moverse y construye así una visión intensa y por supuesto distinta de la vida. Tal vez en él los recuerdos son la única manera de mantenerse vivo. Y nos habla de ellos: su infanc

Manuel Opazo, el Truman Capote chileno

Jorge Muzam Cuando fui a mi casa sureña durante el verano pasado, supe que hace como tres años me había llegado una voluminosa encomienda a mi antigua dirección santiaguina. Nadie sabía qué podía contener ni quién era su remitente, sólo tenía mi nombre. Pedí que alguien me lo hiciera llegar a San Fabián. Al abrirlo me encontré con una obra de D. H. Lawrence, una serie de recortes sobre literatura y cine y una cariñosa dedicatoria enviada por mi antiguo amigo Manuel Opazo.  Manuelito era un buen amigo de El Cortijo con el que me solía encontrar en las ferias libres de Conchalí, y con el que solíamos elaborar megalómanos planes contraculturales para sacudir la modorra artística chilena. Nunca me dio su dirección ni teléfono, por lo que cuando necesitaba ubicarlo debía recorrer las ferias hasta encontrarlo. No siempre lo lograba.  En la encomienda de Manuelito había cosas interesantes, como artículos recortados de la vieja revista Bravo sobre Vargas Llosa, Dashiell Hammet

Pablo de Rokha: el patriarca olvidado de la poesía americana

JORGE MUZAM -. Primeros pasos poéticos Durante el verano de 1958, en la sureña ciudad chilena de Lautaro, apareció sorpresivamente desde una calle secundaria el poeta Pablo de Rokha. Llevaba una gorra con visera caída sobre la frente, un largo y raído abrigo de tweed y un enorme maletín bajo el brazo. Al ver al grupo de amigos que lo estaba observando les dijo “Compañeros, vengo desde Los Ángeles con unas tremendas ganas de comerme unas patitas de vaca que aquí son las mejores del sur”. El grupo de amigos lo llevó inmediatamente a un solar cercano donde la dueña de casa les preparó el plato pedido. Mientras comían, alguien tocó la guitarra y al ritmo de tonadas y recuerdos vaciaron chuicos y damajuanas hasta avanzadas horas de la madrugada. Esa era la forma habitual en que el poeta recorría la república. Miles de personas recuerdan hasta el día de hoy al toro furioso de retumbante voz y largas zancadas, infinitamente tierno con los amigos y fiero como nadie con los enemig