Jorge Muzam
Nació en Chillán el 17 de marzo de 1931, siendo el menor de nueve hermanos, la mayoría artistas. Publicó doce libros. El último de ellos en 1998, titulado Adivinanzas, un libro para niños. En 1997 recibió el Premio a la Trayectoria en el campo de las Letras (otorgado por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura del Ministerio de Educación)
Supe de él a través de ciertos comentarios que se difundían en facebook y que expresaban molestia porque la familia del poeta no permitía que sus amigos y admiradores lo visitaran. Esto ocurría en momentos en que su salud se encontraba muy deteriorada. Hasta entonces no lo había oído nombrar. En mi amplio registro de lecturas de poetas chilenos me faltaba increíblemente uno de los más importantes.
Sus libros no son fáciles de encontrar. Como ediciones únicas que nunca superan los 1.000 ejemplares, rápidamente se pierden en los rincones polvorientos de bibliotecas anónimas o son vendidos como combustible en las ferias callejeras.
Tuve la fortuna de encontrar hace pocos días el libro Ultimas Señales en la biblioteca de mi abuelo. Publicado en 1979 por Editorial Nascimento, y en papel de mala calidad, hay que leerlo con cuidado para que sus hojas no queden pulverizadas con el tacto.
En su interior, 35 poemas breves como haikus, que dejan de manifiesto una voz poética genuina, sensible, cotidiana y comprometida socialmente.
En el poema Está bien, expresa parte de su mirada vital:
Está bien
está bien
todo está bien
sólo que el hambre mata niños
y en la oscura humedad
crecen los muertos
y sin embargo está bien todo
y es grato haber llorado entre cipreces
embriagarse de tiempo
refrescar con amigos y cerveza
las blancas noches de verano
anclar el corazón en algún puerto
incorporar un poco de sol
el alma que habitamos
entretejer de amor
las noches y los días
y sobre todo pensar
que aún pertenecemos
a esta pequeña parte de la muerte
que hemos llamado vida
Las aspiraciones sociales, el embrollo de los días y la finitud de la vida se entrecruzan en su poesía creando un terreno baldío, una ecuación insolucionable, donde impera cierta decepción, pero donde también crecen los árboles y las flores.
Yo quise ser un día un tallo largo
muy robusto
y muy alto
adherido a mi tronco
hubiera ascendido el mundo
hasta los astros
quise ser el árbol más grande
de la tierra
florecido en otoño
en invierno
en estío
en primavera
tan alto habría sido
que por flores tendría las estrellas
ahora estoy aquí
me observo
nada tengo
Hernández se conmueve ante el sufrimiento y la fortaleza ajena, y transforma en lenguaje poético el lento rodar de un inválido o las pausas de un ciego o el dolor de un canceroso.
El desánimo a ratos lo aqueja, se siente errático, culpable, desesperanzado, y entonces vuelca sus palabras hacia la confrontación del sentido mismo de escribir.
Pero finalmente todo en él es poesía, como la respiración de un ciprés, que necesita el agua, la luz, la tierra y la mirada del otro para existir.
En Yo soy como las plantas, se deshace de las grandes preocupaciones humanas y le da sentido a la simpleza de sólo existir.
Yo soy como las plantas o los árboles
que nunca han sabido quienes son
y echan flores o espinas
o atrapan insectos
ellos están ahí simplemente
(como yo en mi tierra)
y no les interesa ser astronautas
ni andar apretujados en los metros
o en los autobuses de las grandes urbes
por las noches
albergan a los pájaros
o contemplan humildes el universo
recibiendo amorosamente el rocío de la madrugada
Su poema Ultimo Deseo es ya un himno y una leyenda en la historia de la poesía hispanoamericana.
Antes de dejar de respirar
antes de retirarme definitivamente de este juego
no pongan ni siquiera un Cristo entre mis manos
pon tu sonrisa y tu mirada
y que eso sea el paraíso
El poeta falleció en Chillán, el 2 de octubre del 2010, a los 79 años.
4 Comentarios
Gracias, gracias por este rescate de entre el polvo y el olvido. Contribuís con este escrito a su memoria de una manera que no podrás avisorar en lo inmediato. Gracias por ser tan atento y redireccionar mi dispersa atención hacia unos poemas como estos e informarme sobre su autor. Leerte siempre vale la pena, gracias!
ResponderEliminarMi querida Lorena. Cuando te encuentras con un poeta genuino, de los grandes, sientes inmediatamente un estremecimiento, como si un conjunto de palabras pudiesen sacudirte por completo. Me ha sucedido con Ezra Pound, con T.S.Eliot, con Richard Frost, Jorge Teillier, Rolando Cárdenas, César Vallejo, Wallace Stevens, Alejandra Pizarnik, Fernando Pessoa y unos cuantos más. En este caso, esa sensación fue instantánea. Estaba definitivamente frente a uno de los grandes. Espero encontrar nuevos libros de Hernández y facilitarles su lectura.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y gracias por tu visita y tu interés.
Maravilloso , Jorge , que rescates a Hernandez del olvido y nos lo traigas desde la sociedad de los poetas muertos a beberse una copa con los vivos . Maravilloso que haya poetas como él , verdaderos faros de luz mientras otros que creen serlo son meros fuegos de artificio que duran menos que un suspiro
ResponderEliminarTú sabes tan bien como yo que aunque existan muchísimos poetas, muy pocos tienen el peso de un Sergio Hernández, un Alfonso Alcalde o un Rolando Cárdenas.
ResponderEliminarTú sabes y entiendes, porque has estudiado, conocido, vivido y escribes maravillosamente mi querida Kika.
Un abrazo grande.