Un libro para ti

JUAN PABLO JIMÉNEZ -.

Fue de la nada. Así como se escriben las cosas en la vida. El actor chileno Alberto Vega se cayó en bicicleta. El golpe fue tan grave, que nunca más pudo volver a moverse, tampoco a hablar.

El hombre que vivía para y gracias al movimiento, que construía sueños sobre las tablas a través de sus brazos y palabras, se iba a negro de un segundo a otro. Ya nunca nada volvería a ser de la misma manera.

Ni voz ni movimiento. Sensaciones en el aire. Un silencio que después se transforma en palabra. Nunca una mirada dijo tanto. Alberto Vega tuvo que aprender todo de nuevo, aunque sin poder expresarlo como quisiera.

En “Mírame a los Ojos”, el actor comunica en palabras –gracias a un programa computacional– muchas de aquellas cosas que fue atesorando en estos ocho años sin poder moverse y construye así una visión intensa y por supuesto distinta de la vida.

Tal vez en él los recuerdos son la única manera de mantenerse vivo. Y nos habla de ellos: su infancia, con sus navidades, los juegos de pequeño, las rosas en los jardines, la piscina. Nos habla de su juventud y allí se detiene en sus primeros acercamientos al arte, los primeros atisbos de una sensibilidad especial.

Esa sensibilidad es el alma de este libro o de todo lo que le ha pasado a Alberto en este tiempo. La sensibilidad no solo para captar aquello que le rodea, sino además, aquella que le ha servido para describir con una sola mirada el mundo interno que se esconde dentro de ese cuerpo quieto.

“Fui al circo y tuve una experiencia que me marcó toda la vida: uno de los payasos dijo, al ser golpeado: ‘puta, huevón, me dolió’”, recuerda. Como recuerda el abandono después de su estado. Tuvo que enfrentar que sus hijos y esposa ya casi no lo visitaran.

Allí cobran importancia clave los amigos, quienes le tendieron sus brazos y le ayudan a caminar por este trance.

“Este libro es para ti”, dice Alberto con una ternura que se escapa de sus ojos. Como dice Cristián Warnken: “más que un triunfo de la técnica, este es un triunfo de la esperanza humana”.

Sí porque las palabras escritas en este libro son una prolongación directa de un ser humano que, en medio de su limitación, se reinventa todos los días dibujando un sentido más para su vida.

“Soy actor. Me quitaron mis herramientas” le dice al destino. Y frente a ese mismo destino se para de su silla de ruedas, se quita los lentes, infla el pecho y sale por la ventana a volar por el mundo, libre. A través de una mirada.

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