Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de octubre, 2013

Santiago en 19 mil y tantas palabras

JUAN PABLO JIMÉNEZ -. Siempre pensé que Santiago Fantóbal estaba más loco que yo. Pero cuando vi que en los agradecimientos de su libro “Cuentos Sin Final” figuraba mi nombre, me convencí que era hora de internarnos juntos. No me invitó al lanzamiento de su libro. Pero lo perdono porque el Chago es así. Camina por las calles y no se da cuenta que hay alcantarillas abiertas. O semáforos en rojo. Me dijo que lo despedazara en la crítica que escribiera para el diario un mediodía de no sé cuándo a la salida de un monstruo-mercado. Yo iba a comprar tallarines. Lo que él no sabía es que yo no hago crítica. ¿Quién es este pelotudo para hacer crítica? Ahí me di cuenta que este muchacho parece que no me lee los domingos. Lo que trato de hacer es destacar lo mejor, lo bueno de una obra. Cualquiera que sea. Bueno. Les contaba que Chago me dijo que lo hiciera pebre en el artículo que escribiera sobre su libro. Le dije que sí. “No seas como algunas mujeres que me dicen qu

Dejémonos de llorar

JUAN PABLO JIMÉNEZ -. “¿Soy mapuche o español?”... Mientras escribo sobre el libro de Narea escucho a Jorge González. Me acuerdo que hace poco ella me dijo varias veces que me amo demasiado a mí mismo y con esa tontera me acuerdo que Narea en su libro autopornográfico cuenta que cuando González intentó suicidarse dijo: “lo hice porque me amo demasiado a mí mismo”. Y me acuerdo de la primera biografía no autorizada de Los Prisioneros donde Freddy Stock contó la dura: el quiebre de la banda más importante de la historia de la música chilena –aunque a algunos les moleste– está basado no solo en la pasividad de Claudio Narea, sino sobre todo, en que González se acostaba con la esposa del guitarrista.  Y este libro, “Mi Vida Como Prisionero”, cuenta el lado de las cosas vistas por los ojos de Narea, el guitarrista de la banda, el “alma” de Los Prisioneros como dijeron algunos periodistas tontos de tarántula… o sea, de farándula. Lo que pasa es que los genios viven disconformes con

Jesús Capo, el afable

CLAUDIO RODRÍGUEZ MORALES -. Como una manera de evitar decepciones que influyeran en el goce de una obra, dejé de esmerarme en conocer escritores en persona. No se trató de una decisión tan consciente como lo expongo ahora, sino más bien el deseo de hacer a un lado los malos ratos en un ámbito donde éstos son el pan de cada día. (La sobremesa con Mario Vargas Llosa en un café del Drugstore, en 1993, donde no fui capaz de articular palabra alguna ante semejante vaca sagrada de las letras latinoamericanas, podría calificarlo como un hecho fortuito.) Esta aversión al cara a cara literario comenzó cuando me enteré que los seguidores habían convertido a Nicanor Parra en una suerte de santón al que había que esperar en vigilia a la salida de su casa del balneario Las Cruces para poder escuchar, en vivo y en directo, algunos de sus artefactos, antipoemas y chistes. Preferí dedicarme a leer sus libros y no perder el tiempo en correrías de adolescente histérico. Tampoco fue agradable ver l

Marcelo Lillo / Este libro vale un cadáver

JUAN PABLO JIMÉNEZ -. A los 14 años comenzó a parir los primeros cuentos. Después dedicó el resto de los años a ser profesor y un sinfín de oficios parecidos a muchos de sus personajes; tal vez inexistentes. A los 44 dio el paso y se decidió a escribir lo que formalmente sería su primer libro: “El Fumador y Otros Relatos”, que vio la luz el 2008 cuando Marcelo Lillo tenía 50 años. Con el aplauso de la crítica puso en librería el 2009 “Gente que Baila Sola”, siguiendo en la ruta de los cuentos y el 2010 se lanzó a los vericuetos de la novela con “Este Libro Vale un Cadáver” que no le gustó mucho a los críticos, esos señores generalmente envidiosos, mediocres y que chapotean en la angustia de no poder ser buenos escritores. Ahora Lillo vive de esto. Lo que es una bendición. Alejado del mundo, en Niebla, en el sur más esencial de Chile y acompañado por los fantasmas buenos que lo abrazan en los días de lluvia, dispara sus creaciones que a uno se le quedan incrustadas en el cere

Jenaro Prieto / Humo de Pipa

JORGE MUZAM -. Humo de pipa , de Jenaro Prieto Editorial del Pacífico S.A. Santiago de Chile, 1955 Lo encontré hace algunos días escarbando en los rincones más inaccesibles de los anaqueles de Literatura Chilena, en la Biblioteca Municipal de San Antonio. Tinturado con pequitas de humedad y con su tapa desteñida, aún conservaba el título legible y la totalidad de sus amarronadas páginas. Ya al hojearlo recordé algunos de los artículos leídos en ediciones recopilatorias más recientes, algunos de ellos muy populares y jocosos. El Prólogo dejaba en claro que era una edición póstuma con artículos seleccionados de El Diario Ilustrado, donde el autor escribió por más de 30 años con el seudónimo de P. El autor, abogado y periodista nacido en 1889 en Santiago de Chile, considerado un hombre conservador proveniente de la vieja oligarquía, no daba tregua a los potentados de su propia clase, desnudando cada una de las incongruencias y absurdos de su comportamiento. Pero

Teófilo Cid: centelleando entre la ebria multitud

JORGE MUZAM -. Abro mis cajas con recortes de diarios y revistas de otras épocas. Encuentro cosas que ya ni recordaba. Entre ellas, breves menciones al poeta Teófilo Cid, integrante del legendario grupo surrealista Mandrágora. Un buen poeta, a juicio de muchos. Un bohemio obcecado, religioso, para quien el día no era más que pavimento y obscenidad. Comenzó sus hazañas literarias en Talca, junto a sus compañeros de secundaria, Enrique Gómez Correa y Braulio Arenas. Pronto se trasladó a Santiago, estudió algo de Derecho y Castellano e ingresó a trabajar al Ministerio de Relaciones Exteriores, desde donde renunció desencantado al poco tiempo. Con el desahucio arrendó una pieza, la llenó de libros y comenzó su vida bohemia. Parte de un poema de esta época: "Ellos saben que la sombra  Los protege los defiende los encierra  En un huevo de esmeralda  Aletean incansables  Sobre el césped de virtud de las sonrisas  Como estúpidas filiales del hastío" C