Afectos jimenizticos


CLAUDIO RODRÍGUEZ MORALES.- 

En más de una ocasión he comparado la escritura de un libro con el acto de parir un hijo. También en más de una ocasión me han dicho que es una comparación trillada, absurda, fuera de lugar y hasta machista (opinar sobre algo que se desconoce, por razones obvias, fomenta la ignorancia y, de rebote, la discriminación). Aún así, nuevamente recaigo, pero de puro cabeza dura y no por mala intención. Después de releer los cuentos del libro Afectos especiales del escritor Juan Pablo Jiménez (Crimen Editores, Santiago, 2016, 123 páginas), vuelvo a visualizar la creación literaria como un hijo de las entrañas (no precisamente un hermanito para Esperanza, la hija de Juan Pablo con Karems). Más bien se trata de un hijito diferente y para cuyo nacimiento yo oficié de partero. Pues sí. Tuve el privilegio de conocerlo cuando sólo era un borrador, un montón de hojas impresas con letra Time New Roman tamaño 12, sin interlineado, numeradas, hojas oficio y anilladas. Cuando no era más que una aspiración embrionaria, con la misma posibilidad de tener vida propia como de perderse en la antimateria de los proyectos inéditos. La idea de Juan Pablo era que yo le diera mi opinión –algo así como una tía vieja, entrometida y reparona- sobre su contenido. Consciente de aquello, leí este borrador dos veces y me esmeré en entregarle la mayor cantidad de “aportes” que me fueron posibles. Incluso algunos impertinentes y hasta confianzudos, como él mismo me lo hizo notar con las cejas fruncidas en el par de ocasiones que nos reunimos para hablar del tema. Ahora que Afectos especiales es una criatura hecha y derecha, me resulta imposible saber qué cosa desechó y qué cosa consideró Juan Pablo de mis seudo recomendaciones. A estas alturas, espero, de verdad, que no hayan sido muchas. Porque una de las virtudes de este libro, es que en cada uno de sus cuentos está la voz de su autor. Eso que él llama la esencia jimeníztica (tal vez la mayor aspiración de su parte y no sólo con la escritura sino en cada una de las cosas que emprende, lo ha confesado más de una vez). En estas páginas se siente a Jiménez en el acto de dar vida a personajes atrapados por los afectos que siempre serán especiales, pues corresponden a un momento único de sus vidas literarias. Las criaturas de Jiménez –amantes, amigos, niños, adultos, viejos- aman y odian pero en la misma tonalidad, la tonalidad de jimeníztica por la que él tanto se desvela (sí, es un escritor de madrugada). 

Por lo tanto, ¿dónde ubicar a Juan Pablo Jiménez como escritor de manera de realzar la esencia jimeníztica? Personalmente, lo veo heredero del cine de Patrice Leconte, el cuentista chileno Marcelo Lillo, del poeta Mario Benedetti, pero sobre todo de recorridos por el viejo Curicó, el Santiago antiguo, Valparaíso de siempre, más calles adoquinadas de Buenos Aires y Montevideo. Asimismo, Jiménez cuenta con una importante experiencia en libros por encargo y como escritor fantasma. Ya era el momento de hacerse cargo de su propia obra. Tal vez por eso Afectos especiales se presenta como un libro alejado de un autor primerizo. Tanto en su contenido como en su edición cuidada y de alta calidad, algo que siempre es bienvenido en la literatura chilena. 

Altamente recomendados y de antología: Anden 21, Chorro, El anillo entre pelos y Casa en arriendo.

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