Claudio Rodríguez Morales
Crímenes, incendios, callejones, polvo de ciudad, mentiras (blancas y de las otras), dobles identidades, desaparecidos, casonas viejas y departamentos de metro cuadrado, datos escondido dentro de otros datos escondidos. Un detective privado metiendo su nariz donde no debe (como los perros de ricachones que saca a pasear para juntar unos pocos pesos) y otro detective, con placa y el poder de coerción del estado, intentando salvarle el pellejo de puro buen amigo. Revistas viejas de sucesos insólitos y problemas nuevos derivados de su adquisición y lectura. Una docena de personajes entrañables, de corta vida, con aire de venir de vuelta, un tanto apaleados por la vida. Todo lo anterior como parte del condimento de la última novela de Juan Colil Abricot "El reparto del olvido" (Lom Ediciones, 2017), capaz de generar una lectura angustiosa (sobre todo en su parte final) y la pregunta de cuán mal podrían terminar las cosas. Esa es la única certeza que trasmite esta obra heredera de lo mejor del género negro que aprieta la garganta tanto como el final de "Chinatown" de Roman Polanski.
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