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Mostrando entradas de enero, 2017

Boogie sudaka: el rock y sus circunstancias

CLAUDIO RODRÍGUEZ MORALES .- Fabio Salas, escritor rockero. Más bien cronista literario del rock. Desde Chile hacia el resto del mundo. Su primer alarido, una tesis de grado en literatura de la Universidad de Chile, a mediados de los ochenta. Con el infaltable "sapo" de la dictadura en la comisión evaluadora, mandatado por el rector designado para aguarle la fiesta al candidato. Pretender elevar a categoría académica los desvaríos de chascones reventados, lascivos y con mensajes subversivos, ni pensarlo. Temían que al permitirlo aunque fuese una sola vez, se vendría el desbande total en la casa de Bello. Pero el "sapo" no consiguió su objetivo y Salas pudo salir al mundo con su título bajo el brazo.  Más tarde, nuestro reseñado aprovechó buena parte de este material en la publicación de su primer libro, Un grito de amor , en 1987. Por primera vez, un chileno se adentra en el análisis de contenido de las letras de las más importantes canciones de la hist

El purgatorio: acuartelamiento quejumbroso

Claudio Rodríguez Morales Cuando la literatura se inmiscuye dentro de los cuarteles, más de una explosión, grito destemplado o disparo -ojalá lanzado al aire- nos acaba sorprendiendo. Lo mismo sucede cuando abren sus portones de latón para que sus huéspedes salgan y hagan de las suyas en el mundo civil, con uno que otro accesorio. Tal vez esto suceda por esa suerte de hermetismo que rodea a la vida uniformada, por ese estatus de casta especial que dicen tener y, además, su vocación por los hechos de sangre (los de carácter oficial y otros no tanto). Ya sea en clave pacifista, arenga patriótica, alegato antisistémico, cualquier revelación de lo ocurrido dentro de ese microcosmos -donde no se pregunta sino que se obedece- se vuelve infidencia y escandalera. Escritores de diferente ralea han experimentado este proceso de dar y recibir. Ernest Hemingway y Louis Ferdinand Celine en sus narraciones en las guerras europeas. Mario Vargas Llosa en una escuela de cadetes o en la Amazonía.

Scorsese, temblorosa cinefilia

CLAUDIO RODRÍGUEZ MORALES .-  De niño, joven, adulto o viejo, Martin Scorsese, siempre nervioso. Tembló en el confesionario al contarle al sacerdote pecados como envidiar la vida apasionante de los gangsters de la cuadra, contemplar las pantorrillas de las liceanas de faldas plisadas que paseaban por Little Italy y masturbarse pensando en ellas bajo las sábanas de su cama. Tembló frente a la pantalla del cine viendo películas extremas en emociones y temperatura corporal para su corta edad, como Ben-Hur y Un verano con Mónica de Ingmar Bergman (con desnudo incluido). Tembló mientras estaba en su cama recuperándose del asma u otra dolencia (que no fueron pocas). O escuchando a sus padres Charles y Catherine (ambos trabajadores de la industria textil) advertirle sobre los peligros de vagar demasiado por las calles, lejos de casa, con tantas pandillas de inmigrantes pululando por todos lados. Al descartar el seminario que lo llevaría al sacerdocio e iniciar estudios de cine en la