Boogie sudaka: el rock y sus circunstancias

CLAUDIO RODRÍGUEZ MORALES .-

Fabio Salas, escritor rockero. Más bien cronista literario del rock. Desde Chile hacia el resto del mundo. Su primer alarido, una tesis de grado en literatura de la Universidad de Chile, a mediados de los ochenta. Con el infaltable "sapo" de la dictadura en la comisión evaluadora, mandatado por el rector designado para aguarle la fiesta al candidato. Pretender elevar a categoría académica los desvaríos de chascones reventados, lascivos y con mensajes subversivos, ni pensarlo. Temían que al permitirlo aunque fuese una sola vez, se vendría el desbande total en la casa de Bello. Pero el "sapo" no consiguió su objetivo y Salas pudo salir al mundo con su título bajo el brazo. 

Más tarde, nuestro reseñado aprovechó buena parte de este material en la publicación de su primer libro, Un grito de amor, en 1987. Por primera vez, un chileno se adentra en el análisis de contenido de las letras de las más importantes canciones de la historia del rock. Desde los primeros acordes de mediado de los cincuenta con Little Richard, Jerry Lee Lewis, Chuck Berry, pasando por el paraíso amoroso y libertario de los sesentas con Bob Dylan, The Beatles y The Rolling Stone, para seguir con el rock duro, progresivo y el glam de la década siguiente con Led Zeppelin, Pink Floyd y David Bowie, hasta aterrizar con el incipiente movimiento grunge de principio de los noventa. 

En esta oportunidad, el cronista rock da un salto hacia adelante en su cometido de estudioso y difusor de este género de la música popular con Boogie Sudaka. Memorias de un rockero chileno (2014, Ocho libro editores). Tomando como premisa el texto del poeta Pablo de Rokha "(…) la batalla por la vida está perdida de antemano, y sin embargo, lo heroico es ganarla" y parafraseando al cineasta Stanley Kubrick "yo soy lo que son mis discos, mis libros y mi DVD", se lanza en la aplicada elaboración de su propio credo melómano. Desde el mismo Big - bang, cuando en la dolorida adolescencia se dio cuenta que esta nueva música podía ser su refugio en contra de los terrores de la dictadura, una terapia contra la depresión y un disuasivo para las tendencias suicidas. Más tarde, un sucedáneo ante la falta de esa mujer soñada, única capaz que valorar junto al rockero amante tamañas creaciones de nuestro tiempo, lejanas de los guitarreos poéticos de Silvio Rodríguez y la Nueva Trova. De esta manera, Salas va recreando el proceso de edificación del acorazado con el cual, lentamente, por casi cuatro décadas, se ha movilizado por esta parte alejada del planeta, entre montañas, desiertos, mares y hielos, alejado de los grandes centros creativos y de la cultura del espectáculo por excelencia. 

Un libro que, además de su buena escritura, contiene dosis de honestidad que le salen por los poros. Un esfuerzo por registrar, con la mayor precisión posible, la rica subjetividad del autor en diferentes momentos de su vida en su relación con la música rock. Vinilos, casete, recitales, discos compactos, películas conversaciones, proyectos, amores y odios. Rock del mundo y rock de Chile. Repasados uno por uno, cuentas pendientes y agradecimientos, a los héroes del movimiento (nacionales y extranjeros), a los traidores, aliados, vasallos y regentes del sistema de explotación, académicos universitarios y estudiantes (sí, porque Salas se las ha arreglado, con accidentes y todo, para erguirse como profesor universitario en cátedras relativas al rock en diferentes universidades chilenas), además de dueños de radio que requirieron sus servicios como libretista y locutor. 

Las opiniones que Salas va entregando en los diferentes capítulos –antes y después de The Beatles, el rock progresivo, la televisión, el cine, Frank Zappa, Spinetta, Vervet Underground, Procul Harum, Fulano, Aguaturbia, el Canto Nuevo, entre muchos otros- pueden ser discutibles, algunas injustas, arbitrarias y hasta demasiado estomacales. Sin embargo, tras leer las páginas, imposible cuestionar el esfuerzo del cronista por explicar cada una de sus afirmaciones para que nada quede a medias tintas ni con ambages. 

Mención especial las páginas finales en un recital en Italia la banda progresiva Le Orme al estilo de las novelas de Jack Kerouac o del primer Antonio Skármeta. Una crónica literaria o un relato que vale por sí mismo, pero sobre todo un homenaje a la solidaridad que debe existir entre la gran familia rockera.     

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