PABLO MENDIETA PAZ -. No creo haber leído antes tan laborioso retrato personal como el que ha urdido nuestro querido y admirado Jorge Muzam con este redondeado “Demasiado yo”. Hablar de una esencial y exultante soledad circular en que fragua un mundo donde se encuentran todas las cosas que lo preservan en vitalidad pura, en felicidad avizorada ya eterna, es un alegre bosquejo de nota templada, de rasgo antropomórfico ya definido que, en perfecta ubicación central de la esfera, de su esfera, halla -tal vez parafraseando a Bruno, o tal vez sin comprometerse con ello- el anhelado y exquisito punto equidistante de lo (su) infinito. Aunque ciertamente –y él lo confiesa- no puede estar permanentemente en algún día, en algún lugar –muy suyos-, es cuando, como escritor que es, debe saltar la línea para ir al encuentro o, al revés, para que el gigantesco espacio exterior , todo un racimo de uvas de diferentes color y olores vaya a él (llama la atención que en su desencanto odie solo a
Anexos de la literatura chilena