Los cadáveres están vivos

JUAN PABLO JIMÉNEZ -.

Era la primera vez que Hernán Rivera Letelier se enfrentaba a la novela policial.

Su fuerte es la pampa, allí donde él vivió las penurias que ha ido incrustando en sus novelas. De allí han nacido personajes que parecen la invención pura de un escritor pero, tal como pasa con García Márquez, en el fondo son las relecturas de personas de carne y hueso.

En “La Muerte es una Vieja Historia” hay que encontrar al asesino del cementerio, el violador que describen con olor a muerto.

El Tira Gutiérrez –que del trabajo en la mina en el norte se aventuró al oficio de detective– y la hermana Tegualda, hacen las veces de Mulder y Scully de “Los Archivos Secretos X”, y buscan una respuesta adecuada a lo que está sucediendo en las oscuridades de Antofagasta.

Rivera Letelier no construye una novela a lo Sherlock Holmes o a lo Aghata Christie. Se nota que eso no le interesa. Su norte ni siquiera es meter miedo. Su blanco es, simplemente, entretener.

Y así como más que llegar lo que importa es el camino, en el último libro del premiado escritor chileno las cosas van pasando sin apuros, sin mayores contratiempos y sin enigmas ni intrincados laberintos como hemos crecido leyendo en las novelas policiales.

Los personajes van apareciendo como un complemento a lo que sucede por dentro de los dos personajes principales: el permanente desconcierto del Tira Gutiérrez y todo aquello reprimido que esconde la hermana Tegualda dentro suyo, acorde con su opción de religiosa y vida entregada al servicio del Señor y la fe...

Y quizá aquí radique la esencia de “La Muerte es una Vieja Historia”, esa tensión sexual y de atracción que vamos confiriéndole a la pareja y que nos mantiene a la expectación del primer beso, del primer susurro, de la explosión de deseo de una mujer bella que se está apolillando bajo su hábito.

Rivera Letelier abandona por un rato la novela corta y los escenarios y personajes demasiado parecidos por lo cual en la última década no siempre ha sacado aplausos, y juega un rato con el género literario que para algunos es el más consumido del mundo.

El cementerio en este libro esconde un enigma. Los cadáveres están vivos. Esconde violaciones y mujeres perdidas. Esconde sangre. Se la lleva a la tumba. Esconde el grito ahogado de una muchacha que quiere huir de ese olor; que quiere seguir viviendo.


RECUADRO

Rivera Letelier no construye una novela a lo Sherlock Holmes o a lo Aghata Christie. Se nota que eso no le interesa. Su norte ni siquiera es meter miedo. Su blanco es, simplemente, entretener.

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