CLAUDIO RODRÍGUEZ MORALES -. El cuadernillo se abre y la hoja en blanco recibe los primeros adjetivos utilizados por el periodista de El Diario Ilustrado para casos los policiales, según el manual de estilo de 1912. Drama sangriento, obra de un loco. La tinta de la lapicera continúa enumerando los hechos objetivos: 13 de junio, 7.25 de la tarde, Santiago de Chile, calle Huérfanos, gran movimiento de peatones y de carruajes, un invierno crudísimo, con nevazón incluida. Dos víctimas fatales, se trata de hombres jóvenes, Carlos Consolín de 17 años (dos proyectiles al cráneo) y Joaquín Guzmán Vergara de 19 (uno directo al abdomen). Un victimario que intenta huir perseguido por un grupo de transeúntes, todos hombres de bien, altruistas ciudadanos que deciden poner en riesgo sus vidas con tal colaborar con el orden alcanzado en el Centenario de la República. Al verse acorralado, el fugitivo muestra el revólver en actitud amenazante, pero la policía logra inmovilizarlo frente al Teatr
Anexos de la literatura chilena