JORGE MUZAM -.
Hurgando en cajas de libros viejos encontré el segundo tomo de las Obras Completas de Fernando Santiván. Es un libro bastante añoso y la carátula está medio desteñida. No es que el estilo de Santiván me despeine de entusiasmo, pero me alegré enormemente por la cantidad de datos de época que pensaba encontrar. Aspectos cotidianos de otro siglo, modismos en desuso, vidas que pasaron desapercibidas, infidencias, silencios y omisiones históricas que a estas alturas de mi vida me siento en condiciones de encontrarles algún sentido.
El Tomo II, que va de la página 890 hasta la 1820, contiene las novelas Robles, Blume y Cía, El mulato Riquelme, el ensayo Escuelas rurales, y las memorias Confesiones de Santiván y Memorias de un Tolstoyano. He intentado, con mi mejor intención y varias tazas de café, empezar a leer las novelas, pero todavía mi buena intención no rinde frutos. Me desconcentro y siento que estoy perdiendo el tiempo. Me pasó lo mismo meses atrás con El crisol y con La camará. Memorias de un tolstoyano es una ralentizada secuencia de recuerdos poco atractivos. No llevo muchas páginas, y lo que busco es una imagen más nítida del resto de los integrantes que participaron en esa experiencia. Hasta ahora no encuentro nada que valga la pena.
Lo que sí me ha parecido muy interesante son las Confesiones de Santiván, obra madura del escritor, ya curtido y desengañado de todos los males que aquejan a los escritores jóvenes y mediocres.
Repasa allí episodios de la bohemia santiaguina de comienzos del siglo XX, como el capítulo donde describe un incidente desencadenado por la entonces joven cantante y actriz argentina Libertad Lamarque. Decepcionada de los continuos desaires e infidelidades de su amante cojo, Lamarque se lanza desde un segundo piso a la calle, con tan buena fortuna que cae justo sobre un dentista que iba pasando y sale ilesa. No así el dentista que terminó todo desguañangado.
En otro capítulo, quizás el más sabroso, cuenta las peleas intelectuales de callejón que mantuvo el español Blasco Ibañez con escritores chilenos. Corrió la sangre del orgullo herido a través de nuestra república. Nunca antes a nuestros exquisitos artistas oligarcas les habían dicho en su cara que escribían como el culo.
Un capítulo donde queda de manifiesto la muy circunspecta picardía del autor de Ansia, es cuando narra las correrías de una menuda inglesita ninfómana por los talleres y habitaciones de los artistas chilenos de esos años. Santiván intenta narrar con distancia, como si contara algo exótico que le sucede a otros, pero no puede esconder del todo el profundo deseo que le provocaba esa inglesa, así como la desazón por no tener el carácter suficiente para abordarla.
Y no es que Santiván se esfuerce mucho en narrar atractivamente los episodios, sino que los episodios saltan por sí solos, como pochoclos calientes, por sobre el soporífero discurrir del autor.
Pero me queda bastante camino. Sé que mi amigo Claudio Rodríguez camina simultáneamente por las Confesiones de Santiván, así que de seguro podremos intercambiar impresiones próximamente, con un buen vino sobre la mesa.
El Tomo II, que va de la página 890 hasta la 1820, contiene las novelas Robles, Blume y Cía, El mulato Riquelme, el ensayo Escuelas rurales, y las memorias Confesiones de Santiván y Memorias de un Tolstoyano. He intentado, con mi mejor intención y varias tazas de café, empezar a leer las novelas, pero todavía mi buena intención no rinde frutos. Me desconcentro y siento que estoy perdiendo el tiempo. Me pasó lo mismo meses atrás con El crisol y con La camará. Memorias de un tolstoyano es una ralentizada secuencia de recuerdos poco atractivos. No llevo muchas páginas, y lo que busco es una imagen más nítida del resto de los integrantes que participaron en esa experiencia. Hasta ahora no encuentro nada que valga la pena.
Lo que sí me ha parecido muy interesante son las Confesiones de Santiván, obra madura del escritor, ya curtido y desengañado de todos los males que aquejan a los escritores jóvenes y mediocres.
Repasa allí episodios de la bohemia santiaguina de comienzos del siglo XX, como el capítulo donde describe un incidente desencadenado por la entonces joven cantante y actriz argentina Libertad Lamarque. Decepcionada de los continuos desaires e infidelidades de su amante cojo, Lamarque se lanza desde un segundo piso a la calle, con tan buena fortuna que cae justo sobre un dentista que iba pasando y sale ilesa. No así el dentista que terminó todo desguañangado.
En otro capítulo, quizás el más sabroso, cuenta las peleas intelectuales de callejón que mantuvo el español Blasco Ibañez con escritores chilenos. Corrió la sangre del orgullo herido a través de nuestra república. Nunca antes a nuestros exquisitos artistas oligarcas les habían dicho en su cara que escribían como el culo.
Un capítulo donde queda de manifiesto la muy circunspecta picardía del autor de Ansia, es cuando narra las correrías de una menuda inglesita ninfómana por los talleres y habitaciones de los artistas chilenos de esos años. Santiván intenta narrar con distancia, como si contara algo exótico que le sucede a otros, pero no puede esconder del todo el profundo deseo que le provocaba esa inglesa, así como la desazón por no tener el carácter suficiente para abordarla.
Y no es que Santiván se esfuerce mucho en narrar atractivamente los episodios, sino que los episodios saltan por sí solos, como pochoclos calientes, por sobre el soporífero discurrir del autor.
Pero me queda bastante camino. Sé que mi amigo Claudio Rodríguez camina simultáneamente por las Confesiones de Santiván, así que de seguro podremos intercambiar impresiones próximamente, con un buen vino sobre la mesa.
3 Comentarios
Hace tanto que no revuelvo libros, revistas, un algo para leer.. Desde que me mudé tengo un número limitadísimo de objetos entre los que no abundan los de papel. Mi nueva forma de urgar es en la red, de pronto algo me despierta curiosidad y me apresto a averiguar para desasnarme como decía mi viejo. En este caso me llamó poderosamente la atención la anécdota de Libertad Lamarque, pues nunca en mi vida la oí! Busqué y hallé en un sitio dedicado al tango, una breve mención, que incluia una mención al secuestro de su pequeña y el operativo que se tuvo que montar para retornarla a sus brazos. Ah! Qué interesante, me dije. Concluyo, interesante lo que supe a partir de lo que leí acá. Confesiones, detalles de la vida de otros.. qué interesante! Muchas cosas encuentro interesantes en lo que va del día, imagino el día que no encuentre un "algo" interesante pediré mi retiro de esta vida en el acto!
ResponderEliminarSi, Lorena. Lo de Libertad Lamarque es toda una infidencia de época, que seguramente se les escapó a todos sus biógrafos. Por anécdotas como esas me gusta escarbar en libros viejísimos, en crónicas que nadie ha leído en 40, 80 o cien años.
ResponderEliminarEs un carrusel de caballitos para un bibliófilo.
Abrazos.
sin la curiosidad nada sería descubierto, nada escrito, nada emprendido y moririamos de aburrimiento.
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