El peso del pasado

JUAN PABLO JIMÉNEZ -.

Yo no sé si todo tiempo pasado fue mejor o peor. Lo cierto es que el pasado existe. El pasado es presente. El pasado no desaparece. Esta ahí. Por la eternidad. No podemos intentar huir de él.

El pasado nos explica muchas aristas del presente y a partir de este último es que más o menos hacemos una aproximación de lo que será el futuro.

El pasado es peso. Raíz. Parte de una esencia. De nuestra historia, como pueblo y como individuos. El peso del pasado es un fundamento.

En “Memorial de Santiago”, de Alfonso Calderón, está esa búsqueda de mostrar un pasado como una parte del rostro que, en este caso, compone una ciudad.

Calderón recurre a viejos escritos y testimonios de quienes vivieron el Santiago de su fundación y los siglos venideros. Nos va entregando una descripción de cómo vivían los santiaguinos de antes, de los comienzos, tanto en sus costumbres como en aspectos más macro, como las administraciones políticas, por ejemplo.

Ir revisando lo que fue la construcción de ahora clásicos edificios santiaguinos, las fiestas públicas, el comercio, las iglesias, el Cerro San Cristóbal, la Alameda, el Parque Forestal, hasta la forma de vestirse de elegantes santiaguinos, entre otros variados aspectos, va armando no solamente una visión de lo que fue y ha sido Santiago, sino además, nos permite conocer un segmento muy importante de la Historia de Chile.

Aquí el autor no se basa en fechas ni batallas para contarnos la historia, como nos vimos sometidos en el colegio aburridamente quienes somos de la generación de los 80.

En este libro Calderón nos sube a su coche y nos lleva a recorrer calles, rincones, plazas, parques, casas, familias y de esa manera, de una forma cercana, nos mete dentro de una máquina del tiempo a través de la cual podemos reconocer no solamente a Santiago, sino también al chileno medio y mucho de lo que más tarde se vivió en otras ciudades importantes de nuestra faja de tierra.

“Memorial de Santiago” es una oportunidad para conocer de la pureza de antaño, de otros tiempos, aquellos donde se podía caminar de madrugada sin temor a ser asaltados o donde el romanticismo se vivía como en las películas.

Lugares como por ejemplo el Río Mapocho –hoy un lamentable afluente de desperdicios–, cobran un sentido de cariño para el lector de este libro, en el sentido de que al final es algo que nos pertenece y está inserto en el historial de personas que pudieron ser nuestros antepasados.

En medio de una sociedad que cada día se transforma más en una vorágine y donde hoy algo que sucedió hace un año ya es “viejo” o “antiguo”, este libro nos ayuda a detenernos, reposar, pensar, saborear el pasado y sobre todo, construir Memoria, concepto del cual los chilenos cada vez tenemos… menos memoria.

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