A veces, mejor reírse…

JUAN PABLO JIMÉNEZ -.

Al diseñador gráfico, publicista, guionista, periodista y muchas cosas más, chileno Marco Silva, lo conocimos a mediados de los 90 en el mítico y recordado programa de Rock & Pop TV, “Plan Zeta”, donde era uno de los principales creadores. 

Silva lanzó hace poco su primer libro: “Y Ahora Qué. Crónicas Para Después del Fin del mundo”, donde lo que principalmente hace es ironizar con lo que sucede en la sociedad chilena y mundial.

Para qué amargarse si todo está tan mal. Mejor tratar de tomar las calamidades con humor, con un poco de optimismo o de lo contrario esa realidad terminará engulléndonos trágicamente.

Este libro representa a una generación –de los que hoy tenemos 40 o un poco más– donde todo, llámese TV, radio, música, cine, cultura y un largo etcétera, pasó por el cedazo de la dictadura y después se abrió bruscamente a algo que llamaron democracia o que se parecía a la democracia, para dar paso a su vez a un mundo individualista y opaco, donde lo que manda es el sexo, la política y el “éxito” económico.

“Y Ahora Qué…” es un libro para comentarlo en un asado de curso donde por primera vez se reúnen los compañeros después décadas y donde probablemente el 95% de ellos sean tontos graves preocupados de la revisión técnica y de sus cuentas bancarias.

Marco Silva va construyendo un Chile y un mundo a partir de sus crónicas donde los cimientos son sus propias experiencias y reflexiones: el vender condones en el colegio, el pelear con choferes de micro, tratar de explicarle a su madre por qué las naves de “La Guerra de las Galaxias” no tienen baño.

Una sociedad a partir de los descubrimientos de adolescencia, de la observación de ese mismo mundo, del humor en los tiempos de cólera, siempre en el intento de desentrañar lo que está sucediendo, en realidad, en el centro mismo y esencial de ese mundo en el cual vivimos, donde nos engañaron y engañan; donde nos prometieron y no cumplieron y jamás van a cumplir.

Uno ve a los ejecutivos de la colusión de las farmacias en Chile dándose abrazos de felicidad en el tribunal porque solo deberán firmar para que se haga Justicia y tiene dos opciones: amargarse o tomar la mochila e irse a la casa de un amigo a compartir una botella de vino o a la casa de la polola y disfrutar el uno del otro como si el mundo se fuese a acabar.

Esto último es lo que propone Marco Silva con su libro: no desesperarse porque, por más que lo queramos y le pongamos empeño, las cosas probablemente no cambiarán.

Pero ojo. El mensaje de Silva no es acomodaticio ni nihilista. Todo lo contrario. A través de sus crónicas justamente está tratando denunciar o alzar la voz ante lo que sucede en frente de nuestras narices sin que hagamos nada inmersos en la inercia.

Por eso, a través del humor y el relajo, lo que el autor nos dice es que de todas formas estemos despiertos y hagamos lo posible por que no nos sigan, una y otra vez, una y otra vez, metiendo los dedos en la boca, sean presidentes de la república, sean medios de comunicación, sea el sistema y su vorágine irrefrenable. O sea, crónicas para leer después del fin del mundo.

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