¿Y sirvió de algo?

JUAN PABLO JIMÉNEZ -.

Con la mano en el corazón, la mía y de ellos: ¿sirvió de algo?

¿Sirvió después de que todo quedara prácticamente igual? ¿Sirvieron de algo la parrilla, el “poroteo”, el llanto de sangre? ¿Sirvió de algo desaparecer, tirar piedras, ver a un hijo de 3 años cómo lo torturaban para que el detenido entregara información?

Lucharon entregando la identidad, por gente que después hizo pacto con un arcoiris que no ha cumplido ni la mitad de lo que prometió hace más de dos décadas.

Dejaron casa, hijos, esposas, comodidades. Se prepararon en el extranjero. Levantaron el fusil, la mano y el corazón. Se entregaron a la causa. Y pagaría con la vida el que abriera la boca. ¡O peor aún!: con el desprecio.

En el libro del periodista chileno Cristóbal Peña, “Los Fusileros”, no solo se detalla lo que fue el atentado a Pinochet en 1986. Más bien la esencia de este libro es la historia de cada uno de estos personajes reales y sus sueños, sus frustraciones y convicciones.

Está el pasar a la clandestinidad, el caminar por la calle con más ojos que una mosca. El no saber más de un ser amado. La música fuerte para que no se escucharan los gritos. Pero también está la consecuencia a concho. El compromiso en carne viva. La lucha por conseguir un ideal que, aunque pareciera imposible, en realidad no era tan lejano.

Cristóbal Peña (parte del equipo de Ciper, autor de “Cecilia. La Vida en Llamas” y “La Secreta Vida Literaria de Augusto Pinochet”) aquí nos muestra a un conjunto de seres humanos cuya mayor fortaleza era la esperanza, hasta que los brazos dolieran de tanto dar y el alma se quebrara de tanto esperar.

“Los Fusileros” indaga en las torpezas que llevaron al fracaso del atentado contra Pinochet y las fortalezas de aquellos que siguieron haciendo patria a pesar de la derrota y de los planes mal logrados. A pesar de la llegada de la alegría y la democracia que parecieran haberse engullido la lucha, esa lucha a pesar de todo.

Uno termina de leer estas 400 páginas y si bien admira la entrega hasta las últimas consecuencias de un puñado de seres humanos, también siente el golpe directo a la cara de la traición. Pero lo que más uno siente, es una suerte de incertidumbre que queda flotando en el aire y que nos lleva a pensar en de qué diablos sirvió toda esa sangre y toda esa impotencia contenida.

“Los Fusileros” es el relato de un capítulo en la Historia de Chile, visto desde el prisma de un periodista. Un compendio de vidas que permanentemente rasguñaron lo incierto y pusieron en riesgo cada átomo que les componía.

Uno cierra este libro por última vez y una nostalgia pesada nos cae encima. Y hasta llegamos a agradecerles a estos fusileros la lucha que dieron por nosotros para hacer del país algo distinto. Pero uno corre las cortinas y siente afuera como que todo ese espíritu derramado, no tuvo la recompensa esperada.

Mejor seguir creyendo en las utopías.

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