En los ochenta costaba mucho más la difusión de las bandas de rock. Se dependía de las radios FM, de alguna nota en la “Vea”, la “Súper Rock” o un artículo en algún diario.
Vinieron los 90 y a la EMI se le ocurrió reclutar a un batallón de bandas y solistas que al poco tiempo abandonó y del cual sobrevivió gente como Lucybell solamente.
En los 80 costaba más. No había internet. Hoy una banda pequeña puede tener miles de visitas en youtube u otros sitios y eso ya les hace famosos y respetados, incluso sin tener discos editados.
Y a propósito de eso. Antes había que rogar a Dios que un sello se interesara en la música de un grupo para que este pudiera registrar sus canciones. Las ganancias por unidad de discos vendidos era un robo y esa era una de las razones por las cuales muchos morían en el intento.
Hoy los sellos y grabaciones independientes, además del gran número de tocatas en vivo, permiten a los músicos a veces vender sus álbumes de mano en mano y por ende, tener una llegada a veces más cercana con el público.
En esencia estos temas son tomados en el libro del periodista chileno Manuel Maira –que comenta música en TVN–, “Canciones del Fin del Mundo”, un documento fundamental para los melómanos, futuro material de consulta para investigaciones de esta naturaleza.
Lo interesante del libro es que recoge la experiencia, la visión de la nueva camada de músicos chilenos, hoy respetados en toda Latinoamérica gracias, en gran parte, a la autogestión y las redes sociales, caminos que en algunos casos parecieran ser más fáciles y dar mejores resultados.
Camila Moreno, Astro, Manuel García, Nano Stern, Los Bunkers, Francisca Valenzuela, Gepe, Javiera Mena, entre otros, nos entregan sabrosos datos acerca de sus creaciones, de sus inicios y del estado en que perciben al rock y pop nacional.
Alex Anwandter, ex líder de Teleradio Donoso, dice que la creación y difusión actual ya no está motivada por temas como la política, por ejemplo como lo ocurrido en los 80, sino que ahora pasa por un simple tema artístico, por el impulso de salir adelante y mostrar la música.
La difusión en internet, en sitios especializados de música, ha sido un acierto que incluso les ha llevado al éxito a varias bandas y solistas en el extranjero, sin que muchas veces nos enteremos de eso.
En los 90 se vició el asunto. Llegó el pirateo, los sellos abandonaron a sus contratados, las radios siguieron en su empeño de tocar más música en inglés y la relación entre artistas y dueños de casas disqueras se transformó en casi una batalla interminable donde nadie estaba contento.
Quizás el paso que se ha dado en estos últimos diez años principalmente, ha sido muy valioso respecto de lo que significa no solo mostrar la música chilena al mundo, sino además, que esos mismos músicos tengan el derecho a difundir sus canciones, sobre todo si estamos hablando de calidad, una indiscutida calidad.
De la mano de esta apertura al mundo de la música made in Chile, viene la madurez de compositores que son una carta de presentación que con orgullo se muestra hacia otros países, otras culturas.
En “Canciones de Fin del Mundo” descansa el testimonio de los mismos aguerridos protagonistas de este prolífico capítulo que hoy se está escribiendo con guitarra en mano.
1 Comentarios
me comentaron unos amigos judios de chile que eso del fin del mundo no es verdad, sinó que se espera de cada uno que se autoanalice y busque refinarse como ser humano, que no haga vista gorda con las necesitades de su compañero, despues que mire al cielo que busque al Creador, sinó no sirve de nada.
ResponderEliminarSaludos