Hacia el predominio de la literatura sucia

JORGE MUZAM -.

El escritor Alberto Fuguet, en un artículo sobre Ricardo Piglia, retoma un tema que ya había planteado Vargas Llosa, y que se refiere a un cierto cansancio del lector actual respecto a la mentira. Pero el autor replica inmediatamente: “en buenas manos una sarta de mentiras puede transformarse en verdad”.

Fuguet prosigue: “Al parecer cada vez son menos los que dominan el difícil arte de contar mentiras y si, en cambio, hay cada vez más autores que tienen algo más importante que una buena prosa o una cierta habilidad para contar una historia o armar una intriga: tienen una voz, una identidad, una mirada”.

Por mi parte, me hago partícipe de este creciente predominio de la no- ficción, de la fusión de géneros. A veces me pregunto ¿por qué he de corregir? ¿por qué he de reparar lo que mi intelecto, mi sensibilidad, mi alma botó suciamente al mundo? ¿por qué lo sucio es menos valioso?

Al menos me sucede que cuando leo un relato demasiado pulido, demasiado aséptico, me aburro rápidamente y me exaspero por el tiempo perdido, abandonando la lectura. Es como caminar sobre una baldosa fría e inmaculada. No hay allí señales de tropiezos, de equívocos, de sangre y semen derramado, sólo condescendencia con el editor conservador.


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