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Mostrando entradas de julio, 2013

Te lo diré en pocas palabras

JUAN PABLO JIMÉNEZ -. “Me senté en el umbral de mi puerta a esperar que pasara el cadáver de mi enemigo. Pasó y me dijo ‘hasta mañana’. Con tal de no darme paz, sigue penando entre los vivos” (“Cadáver”, Raúl Brasca) Borges se fue a la tumba, aparte de sin haber recibido el Nobel por haber venido a visitar a Pinochet y haber declarado que a Latino América había que ordenarla y limpiarla del anarquismo, sin haber podido condensar un cuento en una palabra. Él creía que ese era el cuento perfecto. El súmum de la síntesis. Una historia en una sola palabra o en una frase que no durara más que tres palabras. Leyendo el libro “Cuentos Condensados”, de Fernando de Gregorio, recordé aquel poema del Flaco Robles, un amigo: “Una mosca se paró en tu muslo. Y tuve celos”. En “Cuentos Condensados” este creador imaginativo desde pequeño, cuenta grandes cosas, grandes historias, en menos de tres líneas, en pocas palabras. Grandes sucesos que son condensados, guardados en una cáp

Ñeclas y Piñuflas de Aldo Calderón Navarro

JORGE MUZAM -. Estoy convencido de que todos los seres humanos somos poetas, por cuanto no podemos evitar la apreciación estética de lo que nos rodea, y a veces hasta improvisamos originales metáforas o explicaciones filosóficas de la vida. Por supuesto, sólo algunas personas adquieren plena conciencia de su oficio poético. Un reo, en sus largas horas de ocio, de seguro idealizará a su antigua amada convirtiéndola en una gatita Playboy. ¿Es eso poético? Creo que sí. La poesía no tiene por qué ser tan seria. Otro reo quizás se enamore de la arañita que baja en las noches a hacerle cosquillas en la barbilla. Un pescador relacionará el colorido de las nubes que llegan del occidente con la posibilidad de una buena pesca. Una dueña de casa conservará en un jarro con agua su perejil de la semana. Vale decir, cada persona ejecutará a su manera poemas invisibles durante cada jornada. Aldo Calderón Navarro, poeta consciente de sí mismo, parece estar enamorado de muchos elementos que

Diego Zúñiga. Sangre en los dientes

JUAN PABLO JIMÉNEZ -. Son esos murmullos. Esas cosas que pasan en la pieza de al lado. En los moteles, los murmullos son gemidos de éxtasis. En las casonas olvidadas, testigos de un pasado. “Camanchaca” (2009), del joven Diego Zúñiga, en un principio se iba a llamar de esa manera: “Los Murmullos”. Aquello que pasa tras las paredes, de las habitaciones y de nuestras almas. El protagonista de esta novela tiene 20 años. Nunca supimos su nombre. Pero no importa. No es lo importante. Lo que aquí vale es la construcción del personaje. Más que la construcción, cómo éste se nos muestra sin despojos. 115 páginas de una novela que se puede leer en dos horas, en una tarde después de recorrer el campo. A pedazos mientras la musa que amamos se ducha después de la guerra sin tregua en la cama. Una carretera. Una camioneta con un padre pelotudo. Un pendejo de 20 años mirando por la ventana de la camioneta consumido en sus fonos. En la parte de atrás la mujer de su papá –no su ma