JUAN PABLO JIMÉNEZ -. “Me senté en el umbral de mi puerta a esperar que pasara el cadáver de mi enemigo. Pasó y me dijo ‘hasta mañana’. Con tal de no darme paz, sigue penando entre los vivos” (“Cadáver”, Raúl Brasca) Borges se fue a la tumba, aparte de sin haber recibido el Nobel por haber venido a visitar a Pinochet y haber declarado que a Latino América había que ordenarla y limpiarla del anarquismo, sin haber podido condensar un cuento en una palabra. Él creía que ese era el cuento perfecto. El súmum de la síntesis. Una historia en una sola palabra o en una frase que no durara más que tres palabras. Leyendo el libro “Cuentos Condensados”, de Fernando de Gregorio, recordé aquel poema del Flaco Robles, un amigo: “Una mosca se paró en tu muslo. Y tuve celos”. En “Cuentos Condensados” este creador imaginativo desde pequeño, cuenta grandes cosas, grandes historias, en menos de tres líneas, en pocas palabras. Grandes sucesos que son condensados, guardados en una cáp
Anexos de la literatura chilena