Es justo y necesario

JUAN PABLO JIMÉNEZ -.

“Las olas ya no mojan
la ira de las rocas”
(Álvaro Henríquez) 

Se vuelve a veces. Un recuerdo puede ser un vestigio necesario para creer.

Volver para reencontrarse. Un lugar. Una fotografía. El abrazo con alguien después de décadas. 

Volver para desentrañar razones, consecuencias, osamentas del pasado que nos sirvan para entender lo que está sucediendo.

Greta tal vez no sabía por qué volvía. Pero lo hacía. En el bote cruzando el mar hasta esa casa donde vivió una especie de película, armaba recuerdos. La tragedia. Los golpes al corazón. La pena inmensa que la aplastaba.

Pero tal vez no lo sabía. No sabía por qué la pena ni por qué este viaje a la memoria, a retazos de su persona quebrada a puntapiés.

Estaba vivo en ella el recuerdo de Dante, su hermano, tragado por un remolino que era la ira del mar. Y algo en ella volvía a estremecerse como hacía mucho tiempo. Algo inexplicable, tan inexplicable como volver.

En “Volver. Primero Estaba el Mar”, la psicóloga chilena Paula Carrasco se aventura en su primera novela y más aún, en una historia tan bien lograda, que nos transmite la angustia y el dolor de una infancia sorda, lejos del mundo.

Entre medio de Greta y el mundo, el mar. Al lado contrario del mundo, Greta y Dante desconectados con la realidad. Una madre fantasma y un padre gigante egoísta. Una familia por cumplir un contrato.

Greta vuelve a ese amor feroz con su hermano y a ese misterio aplastante de dos padres violentos como anguilas furiosas.

Greta vuelve para enfrentarse a esos tragos amargos no desde el recuerdo, sino que en terreno, en primera persona, cara a cara. Escuchando el sonido inerte del pasado al mismo tiempo que las olas revientan en las rocas como burlándose de todo lo sucedido, como si nada hubiese pasado.

En el bote camino a ese pasado, partiendo el mar en dos y mirando a sus espaldas el mundo, Greta se conecta con Dante ya muerto y lo siente por primera vez vivo en muchos años. Más que un recuerdo, que una imagen, el Dante que la abrazó en los momentos más voraces.

Ella no lo sabe tal vez. Vuelve como por una suerte de inercia y en el camino va descubriendo cosas empolvadas en su memoria. Y eso le ayuda a explicarse todos aquellos capítulos escritos sobre su vida.

Volver para rearmarse, porque es justo y necesario. Para respirar mejor. Para abrir los brazos. Para escudriñar en aquella cueva el sentido de ese pasado que es preferible callar.

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