Impresiones primarias

JORGE MUZAM -.

Conservo impresiones primarias de casi todas mis lecturas. Imágenes de fuego que sobrevivieron al argumento, a los años, a mis edades, a toda el agua que pasó bajo el puente.
Veo a Jean Valjean atravesar murallones en la oscuridad, siempre huyendo del obstinado sabueso de Javert. Veo la cándida sonrisa de Fantine antes de ser abandonada. Veo la llaneza desesperante de El desierto de los Tártaros, y esa llaneza se parece a mis propios días. Siento los pies ateridos de frío de Oliver Twist, siento su fuerza interior que nace de saberse vulnerable. Me zampo con rabia el mendrugo del ávaro clérigo que mata de hambre al Lazarillo de Tormes. Saboreo el tritón primitivo descongelado en Archipiélago Gulag. Le recojo el sombrero a Anna Sergueyevna, y el fuerte viento de Yalta se lo vuelve a llevar. Me enamoro de Remedios, la Bella, de Ana Karenina, de Mathilde. Me siento y soy tan arrogante y melancólico como Julien Sorel. Cabalgo con las tropas rusas, luego con las francesas, también con las británicas, antes de sumergirme en el Nautilus. Al regreso me uno a los desacatadores de la autoridad de Borges. Fue la primera vez que leí que alguien podía desacatar el poder de un gobierno. Lo leí bajo la dictadura de Pinochet que el mismo Borges no desdeñaba. Paradógico destino. Fue a través de esas palabras que nació el anarquista furibundo que hay en mí. Muchos años después supe que Borges se mataba de la risa con esos juegos que a nosotros nos parecían tan solemnes y profundos (pero eso ya no es una impresión primaria)

Imagen: Elliott Erwitt

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