Jorge Muzam. La vida continúa

JUAN PABLO JIMÉNEZ -.

No son precisamente cuentos lo que nos ofrece Jorge Muzam. Tampoco son reflexiones, ni pensamientos. Tal vez sea una pequeña mezcla de todo eso y un poco más. Como un alquimista, que logra los equilibrios perfectos para acercarse a un punto de comunión consigo mismo como ser humano.

Lo que sí es claro es que Jorge Muzam, el escritor chileno, se nos muestra aquí despojado, sin concesiones. Puede que se le note a veces cansado. Puede que a veces le falte el habla, la fuerza, la respiración. Puede que a veces lo único que quiera es fumarse un cigarro para escaparse del mundo, aunque sus perras lo encuentren extraño. Puede que lo único que a veces quiera es que su hija le de autorización para tomarse otra copita de licor.

Muzam recurre al mundo infinito de sus hijos para interpretar su propio mundo interior. A medida que eso va pasando, se nos va mostrando como un ser humano hecho de cuotas de miseria, arbitrariedades, desengaños y expectativas en declinación.

“Papá, ¿para ser pescador hay que ir a la universidad?”, le dice su hijo a Muzam. Las preguntas simples pero universales de los niños enfrentadas a nuestra medianía. Es justamente a partir de eso que Muzam se para frente al mundo y sigue su camino.

En estos cuentos-reflexiones-pensamientos, el escritor de San Fabián de Alico nos comparte trozos de su existencia, de todo aquello que lo ha marcado, aunque hayan sido sólo tropiezos.

En ciertos momentos, Muzam habla de las tribulaciones, pero también nos emociona con los paraísos conquistados por sus hijos, que al parecer le impactan tanto que lo hacen justamente no perder el sentido de la existencia.

Muzam nos habla a través de los libros de sus niños, de las almohadas de sus niños, de las preguntas de sus niños. Nos habla al hacernos confesiones, al buscar el optimismo en medio de la nada, al tratar de derribar demonios.

“Sorprendo un enorme abejorro introducido de cabeza en una flor. Antes de que se marche voy por un frasco de vidrio y lo atrapo. Se los muestro a mis hijos que están absortos en su Nintendo. Lo miran molestos, ¡qué grande! expresan y vuelven a su juego. Regreso al jardín y libero al abejorro que pasa el mal rato succionando furioso una nueva flor”. Así nos habla Jorge Muzam, en este caso en “Molestando un Abejorro”. Toma un elemento simple y lo envuelve con la cotidianeidad. Puede que el resultado sea tierno, puede que sea ingenioso o puede que sea una manera de darnos cuenta de lo inmenso que aparece el mundo ante nuestra pequeñez. 

El mundo infinito de los niños es una nave, una excusa para desentrañar fantasmas y volver a la simpleza como un sustento, como un sustento de vida.

Puede que el resultado sea tierno, puede que sea ingenioso o puede que sea una manera de darnos cuenta de lo inmenso que aparece el mundo ante nuestra pequeñez.

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1 Comentarios

  1. Anónimo28/2/13

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