La ventana


ALEXANDRA SALAZAR -.

No sé cómo, pero creo que llevaba algo más que unos minutos cuando pude darme cuenta de que estaba prendida a la ventana. Me quedé hipnotizada, casi sin aliento, como una hoja de árbol contemplativa en donde sólo el viento podía entonar su silbido suave y alargado.

Frente a mis ojos desde aquella ventana de maderos gastados, empinaba la mirada con los pies en puntillas, ocultándome entre las cortinas blancas.

Afuera, una pareja muy melosa en un taxi negro y amarillo, de esos Ladas antiguos que circulaban como hormigas en las avenidas del Santiago reprimido de aquellos años. Mientras, mi madre cantaba alguna letra de Sandro “El Gitano” y escobillaba afanosa algún mantel manchado.

Yo, traviesa y curiosa, me deleitaba morbosamente en mi ingenuidad, con la mirada clavada en aquel auto. Era tarde de verano y estaba claro, así que los vidrios no empañaban la escena. Era sencillamente perfecta. A ratos daba un vistazo para ver si alguien venía. Podía intuir que este sería mi primer cuadro erótico y nada debía estropearlo.

Seguro que mi abuela me habría hablado del pecado y del infierno si se hubiese dado cuenta de mi instinto. Pero ella dormía boquiabierta con un ronquido que asustaba hasta las moscas, con su tejido apenas sostenido y a medias.

Aun sin haber visto nada sabía que lo que vendría seria impúdico, un pecado delicioso de aquellos que a esa edad no se cuentan. Sensaciones desconocidas para mi cuerpo de niña removían la ansiedad de saber que pasaría.

Vi de repente cuando el hombre de camisa clara y pantalones oscuros, con escasa cabellera, al fin transformó su taxi en un rincón lujurioso. Comenzaron a besarse en un ir y venir de lenguas enredosas como si fueran a tragarse desesperados. El se veía más apresurado y con sus manos diestramente recorría las piernas de aquella chica joven de muslos gruesos y pálidos levantando con destreza su vestido hasta llegar a la curva de su pompa en donde se marcaban los dedos de ese macho como una huella blanca que desaparecía espontáneamente.

La mujer en una actitud desafiante pero cómplice desataba su osadía mordiéndole el cuello, escudriñando habilidosamente hasta encontrar lo que para mi era un misterio escondido bajo el cierre del pantalón de aquel hombre.

No podía siquiera imaginar lo que venía, no estaba en mis ideas una imagen como esa, entre tantos manoseos y miradas cada vez mas prendidas como fuego. Ella, muy juguetona, en una maniobra sorprendente ayudó al tipo a descubrir uno de sus senos. Me sentí avergonzada pero quería que eso pasara. Reaccioné inquieta mirando de reojo a mi abuela para cerciorarme de que continuaba sus sinfonía de apneas y ronquidos. Entonces comencé a sentir un cosquilleo extraño, una sensación directa en mi pubis de infanta indiscreta, queriendo desatar en mí una fuerza casi impulsiva pero placentera mientras yo miraba cada movimiento con mas apetito investigador. El se lanzó sobre su pecho desnudo y hermoso de pezones duros como dos semillas, queriendo devorar de ella sus pasiones, entonces los jadeos aumentaban junto con apretarse mutuamente como queriendo meterse uno en el otro. Él le decía promesas de todo tipo y su excitada amiga colmada de revoluciones, con esa energía indecente, de un impulso rompió uno de los dientes de la cremallera. Algo increíble para mí sucedió. Desde la tela del pantalón de aquel tipo emergió erguido un delirante y voluptuoso cuerno de piel. Quedé desconcertada, pero la chica lo miraba deseosa y sonriente, como si se tratara de un banquete. No supe qué hacer. No sabía de qué se trataba, pero más que asustarme en ese instante, fue increíble la sensación espontánea que humedeció mi bombacha rosa de “Hello Kitti”. La chica deliraba y él parecía sufrir cuando la hembra tomaba en una de sus manos el dominio de aquel extraño músculo erguido que sacudía con potencia, y yo, como un fantasma, no perdía ningún detalle de este sorprendente ejercicio. Ella, eufórica, comenzó a decir todo tipo de palabras sucias, como si con ello alentara en él sus inquietantes súplicas para que no se detuviera. De pronto, sucedió algo absolutamente imprevisto para mí. Fue como una erupción sorpresiva que comenzó a caer desde aquel cuerno entre su mano. Una especie de crema viscosa. Quedé aturdida. No entendía nada.

Creo que ella en ese momento pudo sentir la mirada espía y se dio vuelta hacia mí, repentinamente. Entonces, más rápido que un gato sorprendido, quise esconderme, pero su expresión de asombro y pánico me dejó inmóvil, viendo como en medio del desespero se sintieron descubiertos. Ambos raudamente acomodaron sus vestiduras despotricando insultos: ¡¡¡ pendeja de mierda!!!! ¡¡¡hija de puta !! , como si hubiesen visto un demonio entre la cortina. Perturbado, el taxista le dio arranque con dificultad a su nave y se perdió en la ruta que seguía la arboleda de la calle que estaba particularmente abandonada como cada domingo.

Yo tenía sólo once años cuando presencié este espectáculo de pieles que remeció el despertar de mi osada inocencia. No lo sentí como un trauma que me mandara al psicólogo ni me dejara autista. Muy por el contrario, dejó en mí una sensación instintiva de querer saber más y tener mis propias fantasías. Desde mi perspectiva, casualmente adelantada, como una revolución de hormonas inmaduras, creé mis propios juegos de infanta erótica para revivir esos instantes protagonizados por la fogosa pareja del viejo Lada.

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9 Comentarios

  1. ACERTADA Y DETALLADA DESCRIPCIÓN DE UNA FACETA POR DESCUBRIR.
    BUEN MANEJO DE VOCABLOS PERMITEN AL LECTOR INMISCUIRSE EN LA EXPLORACIÓN DE SENSACIONES.

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  2. muy bueno... "entonces los jadeos aumentaban junto con apretarse mutuamente como queriendo meterse uno en el otro"... esa frase dice mucho... mucho... mucho...

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  3. Klaudia Gamboa D12/10/11

    Muy ricos y minuciosos los detalles de cada instante , se hace fácil transportarse a la mirada adolescente , Me gustó mucho .

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  4. Anónimo14/10/11

    Muy bien escrito, realmente lo transporta a uno al momento y las sensaciones narradas e inevitablemente uno se conecta también con las propias experiencias que impulsaron el despertar sexual, creo que todos podemos contar alguna historia parecida.

    Saludos!!!

    Lola

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  5. Una ventana a uno mismo, al de aquel entonces.

    Delicioso relato mi querida Alexandra.

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  6. Anónimo17/10/11

    Brillante relato, delicioso y preciso. Las fantasías estremecen el cuerpo y el alma, son la compañías más selecta para transitar los días cargados de angustia o de rutina. Tener experiencias que la alimenten es un extra precioso para la mente prolífica que es capaz de recrear momentos no vividos como si lo fueran!
    Lo disfruté mucho, un placer leerla. Saludos!

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  7. Intenso y apasionante relato, Alexandra. He leído que usted vivió algunos años en Argentina y desarrolló labores humanitarias muy importantes. Sería un gran gusto leer de su propia pluma sobre tales experiencias.
    Para qué decir sobre su experiencia paranormal vivida en San Fabián hace tantos años. Sería fantástico que narrara esa y otras experiencias.

    Abrazos.

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  8. Mi querido JM intentaré relatar algunas de las historias en las que me vi envuelta en la Argentina, una tierra hermosa y generosa.
    No sabe como me reí, cuando vi, que aun recuerda lo que le conté de San Fabián y quiero agradecerle todo el apoyo que me a dado a pesar de mi inexperiencia…Es muy motivante saber, que otros se han sentido identificados de algún modo, con el erotismo de esta ventana. Agradezco todos los comentarios y les envió un abrazo.

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  9. me hizo sentir, felicidades esta bueno, con aires erótico y romántico, y una pisca de picardia y humor.

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