Antena Hidalgo

JUAN PABLO JIMÉNEZ -.

No todo en el periodismo es el reporteo. Hay “colegas” que se la pasan lloriqueando que andan en terreno, que la noticia está en terreno, que cruzaron el río por una cuña. Si andan tanto en terreno, ojalá que anden por la sombra; con estos calores…

El reporteo está dentro del periodismo. No es periodismo. Periodismo es una artesanía mucho más amplia. Periodismo es investigar, opinar. Sentarse a observar el mundo y entregar esa visión al receptor para aclararle más la película.

Guillermo Hidalgo en ese sentido fue todo un personaje. Periodista formado en la Universidad de Chile, fue académico de la Universidad Diego Portales y formó parte de El Mercurio de Valparaíso, Qué Pasa, La Época, La Tercera y fundamentalmente The Clinic, donde escribió firmando con su nombre y como los personajes Chupete Aldunate, Lenin Peña y Titán do Nascimento –este último arrancaba carcajadas leerlo.


Hidalgo, que murió joven en 2009 a raíz de un paro cardíaco, fue de aquellos periodistas que vivió el oficio como un modo de vida. Que asumió su rol como parte de su existencia. Y cuando decimos eso no estamos hablando de que se haya postergado o que pasara lloriqueando con eso de “andar en terreno”, sino que fue un personaje para y por sus escritos y que se entregó a sus artículos haciendo de ellos testimonios, radiografías, fotografías.

Hidalgo también reporteó, pero tomando su mochila yéndose a otros países, a otras ciudades, pasando frío y hambre casi desde una perspectiva literaria. No fue el reportero que se cree estrella porque le saca cuñas a concejales.

Este periodista –universitario y titulado–, escribía como un ejercicio mental. Inspirado a veces con su botella de agua mineral que no era agua mineral a su lado, opinó desde el equilibrio del que quiere decir algo, sin dejarse llevar por pasiones infértiles que al final le traicionen.
El libro “Crónicas Para Perdedores”, recientemente publicado, es un recorrido por algunos textos de Hidalgo que van de la opinión, a la entrevista y el reportaje.

Notable es su entrevista a Camilo Sesto por ejemplo, a la Cicciolina, a Norman Mailer. “La vida es una mierda” le dijo Corín Tellado. Notable es el remate a un texto donde habla de un “paco” en el estadio o donde es crítico con los noticiarios utilizando al Chino Ríos como un ejemplo del doble estándar tan propio de nuestro pueblo. Notable su experiencia de ver el debate que significaba fumar en lugares públicos de Nueva York.

En las palabras de Hidalgo hay vida, hay sentimiento, hay sangre, noche, locura y además, una exquisita sensibilidad. Hidalgo era una antena silenciosa que captaba todo lo que estaba sucediendo a su alrededor y lo llevaba al papel como un mensaje para los arqueólogos del futuro.

Hoy vivimos tiempos de basura e inmediatez mal entendida en los medios de comunicación. Importan las tetas de la ignorante de turno salida de un reáliti, mientras en nuestro sistema social todavía por ejemplo no se resuelven asuntos que nos mantienen adormecidos y atolondrados; anestesiados. Y eso va creando en nosotros un sentido de individualismo feroz.

Guillermo Hidalgo es de esos tipos que no tienen nada que hacer con cosas. Que han nacido para quedarse en su escritorio y vomitar los mundos que en él se van tejiendo. Una suerte de voz para los sin voz a veces. Una suerte de ángel guardián, de mensajero, del necesario gallo que desordene el gallinero y nos abra los ojos.

Porque eso es a veces lo que necesitamos: tipos que con su mirar descarnado nos abran los ojos, nos digan que somos unos pelotudos que estamos pendientes de banalidades más que de aquello que pueda cambiar, aunque sea por un segundo, la realidad, aquello que interpretamos como el mundo.

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