Pablo de Rokha: el patriarca olvidado de la poesía americana

JORGE MUZAM -.

Primeros pasos poéticos


Durante el verano de 1958, en la sureña ciudad chilena de Lautaro, apareció sorpresivamente desde una calle secundaria el poeta Pablo de Rokha. Llevaba una gorra con visera caída sobre la frente, un largo y raído abrigo de tweed y un enorme maletín bajo el brazo. Al ver al grupo de amigos que lo estaba observando les dijo “Compañeros, vengo desde Los Ángeles con unas tremendas ganas de comerme unas patitas de vaca que aquí son las mejores del sur”. El grupo de amigos lo llevó inmediatamente a un solar cercano donde la dueña de casa les preparó el plato pedido. Mientras comían, alguien tocó la guitarra y al ritmo de tonadas y recuerdos vaciaron chuicos y damajuanas hasta avanzadas horas de la madrugada.

Esa era la forma habitual en que el poeta recorría la república. Miles de personas recuerdan hasta el día de hoy al toro furioso de retumbante voz y largas zancadas, infinitamente tierno con los amigos y fiero como nadie con los enemigos. A pie o a caballo, sobre una mula o en carreta, en tren de tercera o pidiendo aventones a los camioneros, llegaba hasta los más alejados villorrios de Chile a visitar amigos, a comerciar y a dejar una huella poética de su paso. A veces vendía los enormes libros que el mismo editaba y otras los cambiaba por especies. Antes de entregarlos, estampaba con grandes letras una afectuosa dedicatoria al destinatario.

Pablo de Rokha nació con el nombre de Carlos Díaz Loyola el 17 de Octubre de 1894 en Licantén, un pequeño pueblo cercano a la costa en el centro de Chile. Fue el mayor de 23 hermanos. Sus padres fueron José Ignacio y Laura, que tenían veintiún y catorce años respectivamente cuando nació el poeta. La familia provenía de antiguos latifundistas que se habían empobrecido a raíz de la política librecambista implantada en el país después de 1850.

Por el año 1897, don José Ignacio trabaja como jefe de resguardo en las aduanas cordilleranas y viaja continuamente con Carlos, su hijo mayor. El futuro poeta pasa parte de su infancia en el fundo Pocoa de Corinto, administrado por su padre. Allí tiene sus primeros contactos con el mundo del campesinado, con el peón, el arriero, el contrabandista y el gran propietario, así como con sus distintos códigos de vida. Ve los primeros signos de la miseria, contempla la explotación y la lucha por sobrevivir en medio de esa naturaleza indómita.

En 1901 empieza a estudiar en la Escuela Pública Nº 3 de Talca. Conoce las primeras letras y rápidamente se entusiasma con el poder expresivo que percibe en ellas. No tarda en transformarse en un pequeño lector voraz, un autodidacta que crece velozmente al amparo de sí mismo. En 1905, al trasladarse su padre a Lonquimay, el poeta decide acompañarlo, interrumpiendo sus estudios por un año. En Lonquimay se conecta con el mundo mapuche y el más riguroso clima cordillerano. Conoce contrabandistas y cuatreros, machis y charlatanes, vive en rucas indígenas, juega a la chueca, aprende a preparar el charqui, a derribar los piñones de las araucarias, a cazar perdices, zorzales y torcazas, a domar caballos salvajes y a perseguir cerdos del monte. Al regreso, ingresa al Seminario Conciliar de San Pelayo de Talca. Conoce la Biblia y la filosofía tomista, aunque también accede clandestinamente a autores como Voltaire y Rabelais. Allí permanece hasta 1911, cuando es expulsado por ateo. La firmeza y rebeldía de su carácter, así como su fortaleza física, llevan a que sus amigos y compañeros de aquel entonces lo apoden “el amigo Piedra”. Fue un apodo que lo acompañó hasta su muerte y con el que se sentía muy complacido.

Ese mismo año viaja a Santiago y se instala en una pensión de la calle Gálvez. Cursa el sexto año de humanidades y al terminar se matricula en la Universidad de Chile para seguir las carreras de Derecho e Ingeniería. Conoce a varios escritores, entre ellos Jorge Hübner Bezanilla, Daniel de la Vega, Angel Cruchaga Santa María, Juan Guzmán Cruchaga y Vicente Huidobro. La noche y el ambiente literario santiaguino lo cautivan hasta el punto de llevarlo a abandonar los estudios y dedicarse por completo a la vagancia y la bohemia. Es el momento en que adopta el nombre de Pablo de Rokha y garrapatea sus primeros versos. Su carácter idealista, altanero y apasionado le permite convertirse rápidamente en uno de los principales líderes del movimiento literario santiaguino. Se le empieza a querer y a temer con parecida intensidad. Simultáneamente escribe para los periódicos La Razón y La Mañana y publica sus primeros poemas en la revista Juventud de la Federación de Estudiantes. Descubre la filosofía de Nietzsche y la poesía de Walt Whitman, de la que se siente muy cercano. Vuelve a Talca en 1914 y allí recibe de regalo un libro de poemas titulado Lo que me dijo el silencio, firmado con el seudónimo Juana Inés de la Cruz. El nombre de la autora era Luisa Anabalón Sanderson. Pablo de Rokha lo critica con dureza, pero no puede evitar enamorarse de la autora, más tarde conocida como su esposa Winétt de Rokha. El poeta se presenta en la casa de sus futuros suegros con una actitud gallarda y decidida señalando que era poeta y a mucha honra. No recibe a cambio una buena acogida y se enemista con su suegro, don Indalecio, hasta el punto de retarse mutuamente a duelo. Antes de la fecha acordada, el poeta rapta a la joven Luisa y se casa de inmediato con ella. Años más tarde el poeta recordará el incidente con sus suegros: “¡Qué se había creído! El coronel Anabalón enseñándole urbanidad a mi heroísmo, como un elefante que le tirase la barba al mundo y más encima la suegra peluda y metafórica como el patíbulo.”

***

El primer libro de Pablo de Rokha se publica bajo el nombre de Versos de infancia en una antología de la revista Selva lírica. Se aprecia allí la huella del romanticismo y de la filosofía de Arthur Schopenhauer y Friedrich Nietzsche. También influyen en los temas de ese texto las ideas anarquistas que predominaban en Chile gracias a la difusión de los emigrantes europeos que seguían llegando al país. De ese primer libro sólo se conserva un poema, “Genio y figura”:

Yo soy como el fracaso total del mundo, ¡oh Pueblos!
El canto frente a frente al mismo Satanás,
dialoga con la ciencia tremenda de los muertos
y mi dolor chorrea de sangre la ciudad.
Aún mis días son restos de enormes muebles viejos,
anoche “Dios” lloraba entre mundos que van
así, mi niña, solos, y tú dices: “Te quiero”,
cuando hablas con “tu” Pablo, sin oírme jamás.
El hombre y la mujer tienen olor a tumba;
el cuerpo se me cae sobre la tierra bruta
lo mismo que el ataúd rojo del infeliz.
Enemigo total, aúllo por los barrios,
un espanto más bárbaro, más bárbaro, más bárbaro,
que el hipo de cien perros botados a morir.


Posteriormente publica el poemario El folletín del diablo en la revista Claridad, mientras se gana la vida con la compra y venta de productos agrícolas. En 1918 publica un pequeño libro en versos alejandrinos con una fuerte carga anarquista titulado Sátira.

En 1922 publica su primera obra de estructura mayor, Los gemidos, de la cual no se vendieron más de una docena de ejemplares. Parte del resto terminó como papel para envolver carne en el matadero de Santiago. Paralelo a Desolación (1922), de Gabriela Mistral, y a Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), de Pablo Neruda, el libro fue recibido con indiferencia por la crítica y el público. Con Los gemidos se inicia una poesía de ruptura. La mayoría de los críticos chilenos de la época descalificaron o ignoraron el libro. Ciertamente que no había precedentes sobre un libro de esas características: enorme, pretencioso, totalizador; un extenso canto en prosa poética que intentaba expresar la crisis nacional y los desbarajustes de los procesos sociales en marcha. De Rokha integró elementos de la economía, la política, la religión, la sexualidad, la vida cotidiana y el conjunto de contradicciones de la vida moderna como parte de la condición degradada del ser humano. Los gemidos fue un libro que rompió con la tradición naturalista y modernista a través de la búsqueda de una escritura que se identificara lo más cercanamente posible con las contradicciones sociales e históricas de Chile y América Latina. Fue el primer texto antipoético del país y quizás del mundo. Igualmente, se le considera un precursor del surrealismo. Dividido en siete largos párrafos, el poema se inicia con una exaltación al propio cantor:

“Yo canto, canto sin querer, necesariamente, irremediablemente, fatalmente, al azar de los sucesos, como quien come, bebe o anda y porque sí: moriría si NO cantase, moriría si cantase el acontecimiento floreal del poema estimula mis nervios sonantes, no puedo hablar; las ruidosas, trascendentales epopeyas me definen, e ignoro el sentido de mi flauta; aprendí a cantar siendo nebulosa, odio, odio las utilitarias, labores, zafias, cotidianas, prosaicas, y amo la ociosidad ilustre de lo bello; cantar, cantar, cantar…- he ahí lo único que sabes, Pablo de Rokha!”.

Entre 1922 y 1924, Pablo de Rokha vive en San Felipe. La provincia y el campo lo seducen tanto como la gran ciudad y el ambiente literario. A fines de 1924 se traslada a Concepción, donde funda la revista Dínamo. En ella publica en 1925 parte de su libro Cosmogonía. Entre ese año y 1927, el poeta publica cinco libros, cuatro de poesía y uno de estética. El estilo narrativo se convierte en versículo libre y continúan las composiciones con características surrealistas. De todos ellos emana una voz angustiada, solitaria y triste.

Es el tiempo en que empieza a recorrer Chile para vender sus libros y cuadros. Su único elemento disuasivo es su imponente físico y su voz de mariscal de campo que sube de tono cuando alguien se niega a sus requerimientos. Llega a cada pueblo y como un Chichikov gogoliano comienza a visitar a las autoridades civiles, luego sigue con los regimientos y concluye en las casas de los agricultores más ricos. Muchos de ellos, que jamás han leído o escuchado un poema, terminan con un grueso libro de Pablo de Rokha adornando sus menguadas bibliotecas.

En 1927 publica cuatro libros: Heroísmo sin alegría, U, Suramérica y Satanás. El primero es un ensayo sobre el arte y la estética, mientras que los otros son libros centrados en las vivencias y nostalgias del poeta. Satanás toma uno de los temas fundamentales de Los gemidos, el que representa la lucha entre Dios y Satán, el Dios incomprensible y el anti-Dios que está caído como el hombre (un tema que deriva de Nietzsche). Suramérica está construido como una larga oración, sin puntuación ni separación de párrafos. El texto, enteramente manuscrito por Winétt en planchas de linóleo, representa un experimento único en la literatura chilena. El otro libro de ese momento, Heroísmo sin alegría, es un intento estético con diversas temáticas, que se basa en las ideas de Sigmund Freud y Friedrich Nietzsche. Enfatiza el concepto del artista como un superhombre de raza dionisíaca que posee una fuerza cosmológica capaz de comprender y recrear el universo. De esta manera, el creador imita a Dios y a la Naturaleza en su tarea de ordenar la vida por intermedio del lenguaje.

U es un libro extraño, con rasgos futuristas, a ratos caótico, anárquico, grotesco, irónico, tragicómico y donde las asociaciones libres dejan entrever doloridos gritos poéticos de auxilio ante la asfixia de la tecnificación urbana:

“John Rockefeller defeca un telegrama sin ombligo.
………………………………………………………………………………….
la fruta inmensa de un zepelín destripado
cae desde el árbol de la esfera contemporánea de faroles
encima de las colmenas multiplicadas y humosas
aplastando las gargantas eléctricas…”.
“Einstein
camina por la nada con el tiempo en los bolsillos panorámicos;
y no se le cae el planeta:”
“Europa bebe champaña en el bidet de Ida Rubinstein,
y los guerreros automáticos del catorce
abonan las tierras heridas mejor que el guano de las marquesas”.

***


Hacia 1929, y pese a estar ya sintiendo los ecos de la gran crisis económica mundial, Pablo de Rokha continúa preocupado por la originalidad de la escritura, publicando dos libros ese mismo año:Escritura de Raimundo Contreras y Ecuación.

En Escritura de Raimundo Contreras se realza la vida de un campesino de la zona central de Chile como una especie de símbolo de los valores nacionales. Este personaje, vitalista, temerario, pícaro y desenfadado, es un alter ego del propio De Rokha:

“hay que ver a Raimundo libre, fuerte en pelotas desensillando
estrellas desnudas y soles chúcaros en este instante que huele
a quillay descuerado mierda enderezando la verija como toro
oliendo las montañas sudorosas
porque empuña la vida y los cuchillos de la vida en majestad de
guaripola único”.

Ecuación, por su parte, intenta codificar en unas pocas frases la idea del poema como una expresión del orden universal. De Rokha necesita hacer del poema un receptáculo de las contradicciones existentes entre conciencia y realidad. Con este texto termina la primera etapa del trabajo poético de Pablo de Rokha, con un desarrollo propio de la escritura, una temática basada en el mundo chileno y latinoamericano y la formalización de personajes y acciones que se poetizan en imágenes y metáforas.

Despreciado por el Partido Comunista

A partir de 1930 se inicia un nuevo ciclo en la obra del poeta que se caracteriza por el contenido social y bíblico. Son los años en que el poeta ingresa al Partido Comunista, es candidato a diputado y luego es expulsado del partido en 1940. Su desinterés en amoldarse a la disciplina partidaria y sus ataques furibundos contra camaradas más antiguos le granjea la enemistad de la alta dirigencia comunista. El poeta se defiende a través de su revista Multitud: “La campaña sistemática y subterránea de la pequeña fracción intelectual del Partido perjudica al partido y daña, en su reputación política a un escritor que cumple heroica, estricta y rigurosamente sus deberes democráticos…”. A pesar de la expulsión, el poeta sigue colaborando con el partido permanentemente. Mientras tanto, trabaja en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile, se convierte en presidente de la Casa América y colabora entusiastamente con el Frente Popular. Van naciendo sus hijos: Carlos, Lukó, Tomás, Carmen, Juana Inés, José, Pablo, Laura y Flor. Carmen y Tomás mueren muy pequeños, mientras que Carlos y Pablo mueren trágicamente algunas décadas más tarde. Pese al profundo dolor que le significa la pérdida prematura de dos de sus retoños, el poeta se siente confortado viendo crecer su clan familiar:

“Cuando los perros mojados del invierno aúllan, desde la otra vida,
y, desde la otra vida, gotean las aguas,
yo estoy comiendo charqui asado en carbones rumorosos,
los vinos maduros cantan en mis bodegas espirituales;
sueña la pequeña Winétt, acurrucada en su finura triste y herida,
ríen los niños y las brasas alabando la alegría del fuego,
y todos nos sentimos millonarios de felicidad, poderosos de
felicidad,
contentos de la buena pobreza,
y tranquilos,
seguros de la buena pobreza y la buena tristeza que nos torna
humildes y emancipados,
…entonces, cuando los perros mojados del invierno aúllan, desde la
otra vida…"


El poeta debe redoblar sus esfuerzos para mantener a la numerosa familia. Edita sus libros y sale a venderlos; compra, vende o trueca una gran variedad de especies; viaja, da conferencias, asiste a mítines políticos, escribe columnas de opinión, enseña, polemiza, ataca, se defiende y contraataca y no descansa jamás, como si la duración de la vida fuese insuficiente para la magnitud de la obra que se desarrolla en su mente. A ratos la nostalgia lo invade y le canta al pasado intentando revivir las cosas desvanecidas por el tiempo:

“Ahora yo me acuerdo de Licantén, a orillas del Mataquito,
me acuerdo de la casa aquella, como de polvo, con duraznos, con
membrillos, con naranjos, con un farol, si, con un farol
en la esquina de la noche y con palomas
llorando más arriba del pueblo del sueño…”.


Tan grande como Whitman

De Rokha se ve a sí mismo como el otro gran eslabón poético de América, junto a Walt Whitman, formando juntos y desde flancos diferentes una escritura que le da un nuevo sentido al continente, un sentido unificador, vitalista y orgulloso que trasciende la contingencia política e incluso la contingencia histórica. “El continente americano ha producido dos estilos en la literatura —dice el poeta al ser entrevistado por el escritor Mario Ferrero— el de Walt Whitman y el mío. Pero Walt Whitman recuerda, no imita el versículo de la Biblia y el gran barroco monumental mío no recuerda a nadie”.

Entre 1932 y 1938, Pablo de Rokha se dedica al periodismo a través de artículos en el diario La Opinión. Durante esos años, la enemistad con Pablo Neruda se profundiza y encuentra cauce en artículos como “Epitafio a Neruda” (1933) y “Esquema del plagiario” (1934). El centro del ataque rokhiano a Neruda se basa en la acusación de plagio y en la falta de compromiso político. De Rokha también ataca a Vicente Huidobro, a Joaquín Edwards Bello, a Eduardo Anguita, a Pedro Prado y al controversial crítico literario Alone. Obsesionado por un concepto de compromiso social ilimitado, extiende sus críticas tanto a los políticos de derecha como a los de izquierda, entre estos últimos el poderoso comodoro Marmaduke Grove y el futuro presidente de la república Pedro Aguirre Cerda. Esta actitud de poseedor de la verdad absoluta en el terreno moral, representa en el poeta un foco dominante de su trabajo creativo.

La poesía rokhiana se vuelca desde entonces en la defensa de la democracia, el socialismo y el antifascismo. En 1937 publica Imprecación a la bestia fascista y en 1938, Cinco cantos rojos. Ligados ambos textos al realismo socialista, en ellos se alaban figuras literarias y políticas como Stalin, Trotsky, Lenin y Gorky. Además de estos libros, de Rokha dedica largos poemas a figuras bíblicas: Jesucristo (1933) y Moisés (1937). En estos libros busca un equilibrio entre la épica heroica y el compromiso social. El poema Jesucristo exalta la figura de Cristo como conductor del pueblo judío, mezclando lo histórico con lo legendario. En él se unen el mesías, el revolucionario y el poeta, y es cronológicamente el primer canto político del autor. Un crítico de la época, Claudio Arteaga, le lanza una advertencia en la revista Hoy de ese 20 de mayo: “Escribir sobre el Hijo del Hombre tiene su precio”.

Moisés continúa este mismo estilo y temática aunque estructurado en largos versículos en el estilo de las fuentes bíblicas como el Éxodo, el Levítico y el Deuteronomio. El poema narra la odisea de Moisés y del pueblo hebreo desde el episodio de la zarza ardiente hasta la muerte del personaje en Jericó. Estos libros-poemas rechazan la tendencia realista militante que imperaba en sus otros libros y dejan de manifiesto la permanente contradicción de la obra rokhiana.

Gran temperatura (1937) es su siguiente libro y está centrado en los temas de la soledad, el tiempo, la muerte y la liberación revolucionaria. A la luz de la finitud y la limitación de su historia personal, el poeta opone la voluntad humana como entidad social que tiene valores fundamentales: el sentir, el pensar y el luchar. En 1939, De Rokha inicia la publicación de la revista Multitud, que irrumpe en un clima de gran actividad política, corroborada por el triunfo de Pedro Aguirre Cerda y el Frente Popular en las elecciones. En Multitud coexisten textos sobre urbanismo, poemas, crítica literaria, ensayos políticos, avisos comerciales y sesiones del Senado. La estructura general de la revista permite que el fenómeno singular se disuelva en lo total, haciendo coexistir autores tan disímiles como Rimbaud, Lenin, Gorki o Lautréamont. La revista tiene un formato y unas letras enormes, como la mayoría de los libros del autor. Todo en De Rokha parece tener ese sello, ese sentido provocador, grandilocuente, desproporcionado, estridente, como quien busca dejar la huella de su suela bien marcada sobre este mundo. En el primer número de Multitud, de julio de 1939, aparecen dos artículos del poeta: “Exaltación del hombre mediocre” y “Teoría de la diatriba”. En el primero se critica a los funcionarios mediocres del Gobierno Popular, y el segundo es una compleja tesis sobre la importancia histórica de la diatriba, el humor y lo pornográfico, en que se citan autores que van desde la Biblia a Marx.

Entre 1938 y 1942, De Rokha trabaja intensamente en actividades sociales y políticas y escribe poemas circunstanciales, discursos y artículos políticos. También se publican algunos trabajos estéticos nuevos que más tarde formaron parte del libro Arenga sobre el arte (1949).

En 1942 publica Morfología del espanto (1942), un libro con el que intenta esbozar una visión totalizadora que pueda dar cuenta del pasado, del presente y del futuro del ser humano. Es una tentativa por buscar una salida histórica al horror y al pesimismo de la guerra, cantando al heroísmo de las masas y a la lucha del individuo por salvarse de un mundo que agoniza. Sin embargo, el intento decae finalmente en el pesimismo y el hablante poético ve imponerse a la muerte sobre la vida de una manera definitiva:

“todos, apabullados, agachados, arados de años y desventuras,
acogotados de terror y sudor, arañando las apariencias, escarbando
las apariencias, se derrumban en la muerte, sudando, todos,
y llenan de ojos la tremenda noche de los cementerios”.

En el intertanto, el poeta sigue buscando ser considerado como la voz oficial de los oprimidos, el gran poeta del pueblo chileno y del Partido Comunista, pero el partido no lo quiere, pues probablemente teme a su voz anarquizante, encabritada e inmanejable. En un artículo-carta de Multitud el poeta expresa amargura por su aislamiento del contexto cultural chileno y del partido que tanto ama: “Toda mi obra y toda mi vida, están aplastadas por la conspiración del silencio, de la calumnia y de la mentira de mis saqueadores, por el odio personal, por la persecución subterránea de una fracción turbia, errada y minoritaria, pero muy fuerte, enmascarada en el partido, al cual entrego día a día mi pluma, mi acción, mi alma…”. Pero el partido le ha dado desde hace rato su bendición a Pablo Neruda, militante dócil y disciplinado, cuya voz poética se empieza a escuchar en Europa. Los poetas se transforman en enemigos a muerte, irreconciliables y se atacan sin misericordia a través de la prensa y de sus propias obras. El país, el continente y hasta el mismo contexto histórico mundial parece ser demasiado pequeño para contener a dos egos superlativos y airados.

La larga gira continental

En 1943, el presidente Juan Antonio Ríos, le extiende al poeta un nombramiento para realizar una extensa gira por el continente americano. Durante el viaje escribe varios libros. El primero de ellos,Canto al ejército rojo (1944), había sido escrito antes de su salida y se trata de un extenso poema en verso libre, dedicado al ejército soviético y la lucha contra las fuerzas de Hitler.

El primer libro escrito durante el viaje, Los poemas continentales (1945), comprende textos dedicados a los Estados Unidos y a México. El primero es una exaltación de Norteamérica como expresión de la lucha contra las fuerzas del Eje. El segundo ensalza los grandes valores de la historia mexicana desde sus orígenes indígenas. El poeta, imbuido de fervor americanista, repite junto a su esposa y un grupo de seguidores la gran marcha revolucionaria de Pancho Villa. De otro libro de ensayos tituladoInterpretación dialéctica de América: los cinco estilos del Pacífico (1948), sólo puede publicar un volumen de un total de cuatro, porque el editor argentino suspende el resto de la publicación. El libro más importante de este período es el citado Arenga sobre el arte. En él se incluye una serie de ensayos de estética, una colección de poemas publicados independientemente como Carta magna del continente y un nuevo libro de Winétt, su esposa: El valle pierde su atmósfera. La colección de ensayos insiste en la perspectiva de que el trabajo poético americano debe ser heroico y épico y debe sintetizar el pensamiento y el sentimiento para poder convertirse en tragedia social. La Épica Social Americana. Carta magna del continente es la aplicación de estas teorías y muestra una continuidad con los trabajos anteriores. Se presenta como una serie de poemas en verso libre, destinados a cantar los hechos del continente y la reconstrucción de su historia. En el poema “Surlandia, pulso del mundo” manifiesta una mirada sombría de la vida norteamericana:

“He mirado niños de frío, arañar las mañanas de Nueva York, en
Brooklyn, escarbando con los zapatos desesperados
el barro infernal de la ciudad sangrienta con los cementerios
clamando por debajo de la nevazón
y he mirado bajar a patadas al capitán negro, con sus condecoraciones
de héroe nacional todo de luto desde los tranvías de ajedrez
del Washington invernal asesinarlo entre los oros pálidos de
P. Street, en Dupont Circle,
he mirado los hoteles cósmicos de Miami albergar gangsters y estrellas
de Hollywood, banqueros, prostitutas, obispos y diplomáticos,
echando con asco al varón de color
y comer basuras en New Orléans a los viejos judíos que huían de
Chicago acosados como estropajos por las jaurías inmundamente
borrachas del Ku-Klux-Klan, abrigándose el estómago con los
poemas de Carl Sandburg o con el delirio genital-religioso de
Sinaí ardiendo…”.


Se destaca igualmente en este libro el texto “Epopeya de las comidas y bebidas de Chile (Ensueño del infierno)”, un poema en el cual las comidas y bebidas del país se mitifican y con ellas también los seres y lugares comunes. Esta apoteosis exalta el mundo primitivo y natural de los campesinos, los mineros, los pescadores y el campo chileno. Un rasgo original consiste en mostrar una realidad que no aparece comúnmente poetizada en la tradición literaria: el comer, el beber, el juego y las diversiones del pueblo:

“Cuando está borracho el año, el otoño, los rastrojos, los abejorros,
los porotos, la peonada, los patrones y los lagares,
comienza la vendimia, la cual se produce reventando pámpanos agarrados
al sol encima de los pechos, del vientre, de los muslos
de las muchachas, que habrán de estar de espaldas con
las piernas abiertas, riéndose,
mientras resuellan las carretas, sonando cerro abajo…
…grita un chorro de vino, que anda por bajo debajo de los
subterráneos, gritando, grita, como un animal muerto, grita
mostrándole a la inmortalidad su verga de oro”.


Tal como se exalta la tradición de la vendimia, se vincula en seguida la imagen de la tarde con la angustia de la transitoriedad de la vida:

“…en los caminos ensangrentados de Abril,
la guitarra del otoño llorará como la mujer viuda de un soldado,
y nosotros nos acordaremos de todo lo que no hicimos y pudimos
y debimos y quisimos hacer, como un loco
asomado a la noria vacía de la aldea,
mirando con desesperado volumen, los caballos de la juventud en
la ancha ráfaga del crepúsculo,
que se derrumba como un recuerdo en un abismo”.

La poesía de Pablo de Rokha ha llegado en esta etapa a un momento de equilibrio entre sus aspiraciones individuales y sociales. A pesar de su angustia y soledad individual, su poesía alcanza a América y al mundo con su abarcador compromiso político. La extensa gira que realizaron Pablo de Rokha y su esposa abarca 21 países y termina en Argentina cuando el presidente de Chile, Gabriel González Videla, reprime al Partido Comunista y el poeta renuncia a su misión.

La desolación del poeta

Winétt de Rokha muere de un cáncer repentino en 1951, dejando al poeta desolado. Bajo la influencia de esta tragedia escribe “Fuego negro”, un texto en prosa poética que exalta la memoria de la amada y que adopta a veces la estructura de la elegía y el lamento desesperado.

“Winétt, yo estoy parado, estupefacto, como un difunto rojo, a la ribera del hecho fúnebre, y me quedaré allí milenios de milenios de milenios, desesperado, anonadado, crucificado, apedreado, despedazado, frente a frente a tí, agonizante”.

El dolor del poeta no encuentra conformidad y busca un sentido a su desamparo:

“…soy un cortaplumas mohoso, un candado al que se le extravió la llave en las montañas del cementerio, un revólver que ya no se fabrica, un reloj de terror con una gran araña en el hígado y todo el invierno en la cuerda, un tenedor con una mandíbula partida, una carreta roja de antaño cuyo único y último buey es un león muerto de sed en el desierto, un álamo que se incendió a cinco y medio siglos en la Oceanía, un puñal enterrado en una tumba de la cual emergen una rosa pura y un murciélago con mantas de agua…”.

El último poema de este libro se llama “Grano de pólvora a una cigarra” y a través de él intenta honrar y preservar a Winétt como una musa inspiradora permanente:

“…tranco a tranco, empujo mi alma como un carretón viejo; y estos renglones echan humo y pena de gran incendio como si se quemasen todas las montañas del mundo, sobre las ruinas tremendas alto retumba el trueno; aguarda un momento Winétt: ¡voy a golpear la Eternidad con la cacha de mi revólver…!

Pablo contra Pablo

Por su parte, las polémicas y disputas entre los intelectuales continúan alimentando odios y aversiones. Mahfud Massís y Julio Tagle, yernos de Pablo de Rokha, publican una pequeña revista llamada Polémica en la cual atacan a Neruda. Neruda responde con poemas evasivos pero de gran efectividad y agresividad en Canto General (1950), Odas elementales (1955) y Extravagario (1958).

El resentimiento que embarga a Pablo de Rokha por no ser el elegido del pueblo, ni de la crítica, ni de la prensa, ni del partido comunista, ni de la intelectualidad chilena, americana y europea, consume buena parte de su energía e incluso de su vida. Su ira no es gratuita. Pablo de Rokha sabe que es el mejor, el único y auténtico creador de una escritura que da nueva vida expresiva a la tragedia del hombre, sabe que es el auténtico revolucionario, el único poeta original y visionario, y que sólo puede compartir el estrado con alguien como Walt Whitman. Creó en su mente un Chile ideal, un Chile mítico, un Chile de seres vitales, trágicos y heroicos, un Chile que se parecía más al Chile que soñamos que al país real; pero el contexto de su época, el enaltecimiento de Pablo Neruda y la cultura acomodaticia, hipócrita y rastrera propia de los chilenos no le perdonarán jamás su soberbia y lo condenarán desde el comienzo al rincón más irrelevante de la indiferencia. El valor de su poesía nunca será considerado en ningún estudio importante y su figura no recibirá el respeto merecido, sino más bien será vituperado como un simple personaje pintoresco de las letras chilenas.

Con la publicación de Neruda y yo (1955), De Rokha culmina una serie de diatribas antinerudianas sobre la persona y la obra de Neruda. El libro es una imprecación rabiosa y obsesiva que intenta demostrar la invalidez de la poesía nerudiana y del compromiso político del futuro Premio Nobel de Literatura. Para De Rokha, Neruda es un plagiador, un mistificador de los trabajadores y un artista y militante falso. Además de atacar a Neruda, en el libro se ataca el sistema literario chileno, que ha levantado la impostura de Neruda.

En 1958 publica Idioma del mundo. Escrito en prosa poética, es una mezcla de ficción e historia. Hay aquí un intento por convertir la historia universal en poesía a través de una actitud reflexiva sobre lo que se dice. Actuando por medio de una acumulación de elementos, el poeta sitúa el trabajo poético muy cerca de una épica histórica, en la cual se describen, narran y establecen relaciones contextuales y se liberan conexiones entre los fenómenos sociales de diferentes culturas y épocas.

En el texto “Romance de emigraciones” cuenta el desarrollo de los éxodos universales que cumplen los pueblos de diferentes épocas con un determinismo histórico convertido en maldición:

“Poetas de la ruina y el escombro social, su vocabulario es su espanto; comedores de escabeche y aceitunas, bebedores de aguardiente, degustadores de miel, aceite y leche ácida, el higo y el vino los acariciaron y el coyote y la hiena risueña y vil; o cruzaron el Mediterráneo gritando con una alfombra persa en la garganta; por el estrecho de Behring, en la península de Alaska, erraron los tramos de los arcos volcánicos de la espina dorsal andina, seguidos del perrito de los milenios y bajaron a Yucatán, en el gran culo del Caribe, en el cual fundaron el barroco insular americano…”

Pablo de Rokha siente cercano su fin y piensa que este será su último libro. La angustia por la proximidad de la muerte se traduce en un aire epilogal y totalizador que recorre las palabras y junto a ellas la figura espectral de Winétt que le sigue penando:

“…todos están muertos y el muerto principal soy yo, yo mismo, íntegro, porque murió mi tiempo, cuando murió mi sueño y el objeto de mi vida, tú, LUISA ANABALON SANDERSON; ahora, la inmensa capital metropolitana del gran Santiago, me parece un mar sin navíos, sin pájaros, sin viajeros, un mar sin mar, oscuro y desesperado, en el cual la miseria relampaguea en la oquedad, a la manera de las astillas de los barcos lanzados contra los acantilados de las playas remotas del mundo; un aroma a bodega de hacienda de viuda, abandonada entre tinajas de antaño, asciende del país silvestre; y cuando yo ando, estoy seguro de despertar con las pisadas, las antiguas edades y los sepulcros viejos del pueblo, que no comió y murió luchando por la felicidad ajena.”

En contraste con el ánimo delirante y agónico de Idioma del Mundo, en 1960 el poeta publica Genio del pueblo. En él retoma las experiencias de la infancia y adolescencia y crea un mundo de personajes sacados de su contexto real en el campo. En la obra confluyen 111 personajes. Neruda aparece con el nombre de Casiano Basualto y nuevamente es satirizado por De Rokha. Se trata de una exposición dialogada en que los personajes mayormente de extracción campesina, enlazan sus problemas cotidianos con el destino de Chile y del mundo. Aunque se mantienen los temas anteriores, en este nuevo texto demuestra la necesidad de continuar aceptando vivir en plenitud a pesar del dolor y de la obsesión de la muerte. Este fresco de personajes tiene como foco dominante el tema de Chile y de su gente, que se expresa por medio de muleros, mineros, prostitutas, huasos, vaqueros, campesinos, cantoras, pescadores, artesanos y marinos. También aparecen figuras latinoamericanas como el bandido Joaquín Murieta y el dirigente sindical chileno Luis Emilio Recabarren. El autor mismo tiene varios alter egos que exponen sus ideas: Juan de Dios Pizarro, Raimundo Contreras, Juan de Dios Alvarado y otros.

El último canto del Macho Anciano

Al comenzar la década del sesenta, el poeta ha perdido algunos amigos y se ha enemistado con otros, por lo que se siente más solo que nunca en el plano personal y literario. Con la publicación de Acero de invierno (1961) intenta mantener la idea de una poesía militante incluso en el invierno de su vida, buscando descartar aquel lugar común sobre el conformismo de la vejez. Formado por diez extensos poemas que incluyen tres estilos y temas primordiales: el de una épica nacional-popular, el de la angustia frente a la muerte y el de los cantos de estilo social. Ya sea cantando al poroto o al campeonato de rayuela, el poeta revive su contacto con las raíces vernaculares que había iniciado con las comidas y bebidas. Hombres, mujeres y objetos se transforman en actos y hechos simbólicos que muestran facetas de la vida humana generalmente incomprendidas por la lírica tradicional. Dentro de este libro, el “Canto del macho anciano” expresa toda la angustia del poeta degradado por el paso del tiempo y la decadencia social. El poema es una especie de testamento poético del autor, una forma de despedida que habla del dolor de los que sufren, de los que pierden, de la inexorabilidad de la vida y del dolor que le provoca su permanente desencuentro con el resto del mundo. El poeta mitifica el ardor de su juventud y la compara con la agonía de su final, con la soledad, la desintegración social y la muerte:

“Sentado a la sombra inmortal de un sepulcro,
escarbo los últimos atardeceres,
y pienso, casi convencido, que ya todo es inútil…”.
“Ha llegado la hora vestida de pánico
en la cual todas las vidas carecen de sentido, carecen de destino, carecen de estilo y espada
carecen de dirección, de voz…”.

“…y restan las chaquetas solas del ágape inexorable, las risas
caídas y el arrepentimiento invernal de los excesos,
en aquel entonces antiquísimo con rasgos de santo y de demonio,
cuando yo era hermoso como un toro negro y tenía las mujeres
que quería y un revólver de hombre a la cintura”.

“Ruge la muerte con la cabeza ensangrentada y sonríe pateándonos,
y yo estoy solo, terriblemente solo, medio a medio de la multitud que amo
y canto, solo y funeral como en la adolescencia, solo, solo entre
los grandes murallones de las provincias despavoridas,
solo y vacío, solo y oscuro, solo y remoto, solo y extraño, solo y
tremendo,
enfrentándome a la certidumbre de hundirme para siempre en las tinieblas
sin haberla inmortalizado con barro llorado,
y extraño como lobo de mar en las lagunas”.

“No fui dueño de fundo, ni marino, ni atorrante, ni contrabandista
o arriero cordillerano
mi voluntad no tuvo caballos ni mujeres en la edad madura
y a mi amor lo arrasó la muerte azotándolo con su aldabón
tronchado, despedazado e inútil y su huracán oliendo
a manzana asesinada”.

En el extenso poema “Rotología del poroto”, cuenta las diferentes maneras culinarias de utilizar el popular alimento a lo largo de Chile y a través de estas formas establece conexiones con una realidad degradada por la miseria y la injusticia social:

“…el poroto con cochayuyo y cuero de chancho que se comía en las
cocinerías,
fragantoso a hembra chilena, ajisoso y cebolloso, que degustarían
los peones si los patrones del campesinado no fueran
bandidos o la futrada contemporánea no agusanada por
maricones o poetoides más o menos siúticos y
desintegrados,
es cosa muy buena y en las chinganas del otoño, cuando los mostos
remotos echan a volar su tórtola azul en las bodegas y las
vendimias dionisíacas están de espaldas,
cuando los duraznos huelen a guardados y la Martita Palavecino saca su
refajo de lana y su calzón de pólvora que conmueve la
población entera de Chincolco en leguas a la redonda,
las primeras lluvias nos hacen sobarnos los huesos del corazón y como
estamos solos o andamos en tomas con antiguos
energúmenos borrachos,
y acariciando la desgarrada sopaipilla amasada en la manteca nacional de
los últimos cerdos del mundo, con lágrimas tan pálidas que
parecen mares de sangre, la primera prieta
canta como esa tórtola negra y abandonada en la callana completamente
viuda para nunca”.

“…no como el poroto del suicida, aliñándolos con escarnio o con
zapallo desesperado,
como el poroto rojo y terrible de los levantamientos populares y
la gran batalla por el pan, la paz y la libertad del mundo”.

“…no escucho ahora la carcajada gloriosa de los aserraderos
ni el vientre enorme de los lagares y los toneles acumulando
abejas, ni la ferretería colosal de los navíos, ni la
oratoria del sol ensangrentado de la minería y sus vastas
y rugientes palas mecánicas, ni los cencerros mediterráneos
de los ganados,
agarro mi cuchara de pelo de muerto entre los dientes,
y como los porotos enfurecidos, los porotos-leones, los porotos-
águilas,
los porotos-chacales de la patria tratada a patadas por el destino”.

En 1962, una nueva tragedia golpea su vida familiar. Su hijo Carlos muere por una sobredosis de fármacos. También poeta y con un prestigio ascendente, debió lidiar con una esquizofrenia que lo mantuvo varias temporadas en tratamiento psiquiátrico. Nunca se pudo establecer si su fin correspondió a una muerte accidental o a un suicidio. Su padre escribe una “Carta-perdida a Carlos de Rokha” en que llora al hijo desaparecido y le pide perdón por haberle dado la vida. La carta termina con el siguiente párrafo:

“Adiós, Carlos de Rokha, hasta la hora en que nos volvamos a
encontrar jamás, en todos los siglos de los siglos, aunque sean
racimos de vestigios, los átomos desesperados que nos hicieron
hombres”.

En 1963 publica Canto de Fuego a China Popular. En 1964, el poeta fue invitado por el gobierno chino a visitar el país para que escribiera un libro sobre la experiencia revolucionaria china. Sus huéspedes, con una sonriente y delicada amabilidad, le permitieron vagar un poco durante algunas semanas; pero luego el Ministro de Educación-Mao Tung-le preguntó si estaba reuniendo materiales para su obra. De Rokha contestó que, al conocer la extraordinaria realidad del país, se había dado cuenta de que necesitaba un mínimo de cinco años para tratar el tema. La respuesta fue que podía permanecer invitado todo el tiempo que requiriese. —Eso estaría bien y lo agradezco—, repuso el poeta —pero soy un hombre de edad y deseo morir en mi patria. Le propongo otra solución, camarada ministro. Puedo escribir poemas sobre China—. La sugerencia fue aceptada. Aquel mismo año escribe “China Roja” y continúa reafirmando esta posición de compromiso en sus libros Estilo de masas (1965) y Mundo a mundo: Francia, primer estadio (1966).

El año 1965, Pablo de Rokha recibe el Premio Nacional de Literatura. Ante los periodistas manifiesta: “Me llegó demasiado tarde, casi por cumplido y porque creían que ya no iba a molestar más”.

En 1966 aparece un pequeño libro panfletario titulado Tercetos dantescos a Casiano Basualto. Es una nueva diatriba contra Neruda al que insiste en acusarlo de plagio literario, impostura política, traición y corrupción ideológica. Es su último libro.

El 21 de marzo de 1968 se suicidó su hijo Pablo con un disparo de revólver. Usó para ello el arma que le fuera obsequiada a su padre por David Alfaro Siqueiros durante su visita a México. El poeta, desolado, sólo atinó a decir estas palabras:”Pues bien, mi hijo se mató. Yo no le reprocho nada. Si me duele en las entrañas es cosa mía. Pablo de Rokha hijo vivió como un hombre y murió como un hombre; yo lo respeto. Lo dijo Epicuro y yo lo repito: si la muerte no está en nosotros, no la temamos porque no está. Y si ella está con nosotros, no la temamos porque nosotros ya no estamos. Este viejo pedazo de carne que yo soy, compañero, puede irse al fondo de la materia cualquier día de estos. No quiero la muerte, pero no la temo”.

El 10 de septiembre de 1968, el poeta Pablo de Rokha se levantó temprano y se cubrió los hombros con su viejo y gastado abrigo de tweed. La mañana estaba silenciosa en torno a aquella casa de Valladolid 106 de la comuna de La Reina. Como a las nueve llamó a su hija Lukó para coordinar la hora en que lo pasaría a buscar para asistir a un control médico. Probablemente fue una excusa del poeta para despedirse de su hija. Ella fue la última persona que escuchó su voz.

Como a las diez de la mañana se escuchó el disparo de un revólver. Algunos pájaros volaron asustados. Era la descarga del Smith & Wesson del poeta, la misma arma con que su hijo y secretario se había matado en julio de ese año. Cuando su hija entró a la casa lo halló sentado en su silla con la cabeza inclinada hacia atrás, los anteojos de montura negra le colgaban de una oreja y de la boca le manaba una vertiente de sangre. No había carta o nota de despedida sobre el escritorio, quizás porque su verdadero epitafio lo había escrito 46 años antes en su obra Los gemidos:



“Aquí yace ‘Juan el carpintero’; vivió setenta y tres años sobre la tierra, pobremente, vio grandes a sus nietos menores y amó, amó, amó su oficio con la honorabilidad del hombre decente, odió al capitalista imbécil y al peón canalla, vil o utilitario; —juzgaba a los demás según el espíritu—’.

Las sencillas gentes honestas del pueblo veíanle al atardecer aplicando a sus hijos el valor funeral de las cosas del mundo; anochecido ya, cantaba ingenuamente junto a la cuna del rorro. —un olor a virutas de álamo o quillay, maqui, litre, boldo y peumos geniales perfumaban el ambiente rústico de la casa, su mujer sonreía; no claudicó jamás, y así fue su existencia.


Ejerció diariamente el grande sacerdocio del trabajo desde el alba, pues quiso ser humilde e infantil, modesto en ambiciones; los domingos leía a Kant, Cervantes o Job; hablaba poco y prefería las sanas legumbres del campo; vivió setenta y tres años sobre la tierra, falleció en el patíbulo, por revolucionario. R.I.P."

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3 Comentarios

  1. Interesantísimo, muy completo y denota un exhaustivo trabajo. No conocía las letras de este poeta, ahora busqué y leí un poco más y me gustí mucho.

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  2. Anónimo12/12/12

    Pablo De Rokha merece todo mi respeto como poeta y persona fue leal con sus amigos un buen Padre y esposo si se que tubo grandes cualidades y defectos y lo prefiero así por eso mi cariño hacia EL jamas dejo botado a un amigo a pesar de que le hicieron la vida imposible varios mediocres que no le igualaban mejor no nombrarlos no lo merecen son mediocres y permanecen mediocres un abrazo y gracias rescatarlo es lo justo
    UN ABRAZO JUAN CERDA ZUÑIGA

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  3. Un verdadero hombre, estimado Juan, con todo lo que eso conlleva. No es usual en Chile, donde predomina la hipocresía en las formas. No le perdonaron su honesta frontalidad, su voz, su enorme voz, que nadie pudo acallar ni comprar.
    Vida y obra, todo en él es admirable.

    Un abrazo fraterno


    Jorge Muzam

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