Valparaíso Gráfico. Álbum Familiar

JUAN PABLO JIMÉNEZ -.

¿Se puede definir Valparaíso? Sobre todo si se ama ese lugar. ¿Se puede explicar la esencia de un patrimonio universal?

¿Se puede explicar sus calles, su gente, la Feria de las pulgas? ¿Se puede explicar el puerto, la noche, un pernil en el “Cinzano”?

Tal vez sí. Tal vez no. Como que da lo mismo. Porque a Valparaíso hay que sentirlo. Hay que vivirlo. Hay que mascarlo. No se puede hacer teoría con una ciudad que es comparable a cualquiera de las más bellas del mundo.

Rodrigo Gómez Rovira en su libro “Valparaíso Gráfico” intentó explicar la esencia de este lugar pasadizo de sensaciones y el tiempo. Será porque vive en esta ciudad junto a su mujer Anamaria Briede, su hija Anastasia y su hijo Teo.


Lo hace a través de imágenes. No hay palabras. Por lo menos no como estamos acostumbrados. Las palabras que describen a Valparaíso las definen y significan las imágenes que él plasma.

Y uno disfruta este libro hasta casi las lágrimas y se imagina a Gómez Rovira largas horas, intensos días, recorriendo rincones para construir un hermoso rompecabezas que se llama Valparaíso.

Esa una suerte de robo pero que no es robo. Porque Rodrigo en el fondo lo que está haciendo no es solo rescatar el ímpetu del lugar donde vive por la fascinación que lo encadenó a él, sino además, hablamos de un robo que se regala al mundo.

Él es un Robin Hood que no se queda tranquilo si no regala esas bellas postales de inmortalidad al resto del planeta.

Hay panorámicas del puerto. Hay iglesias. Hay gatos, bares, escaleras, los cerros. Hay marinos, troleis. Perros pulguientos que comen pescado podrido. Hay negocios antiguos.

Uno ve esas imágenes y pareciera estar sintiendo el aroma ese que define a la Joya del Pacífico. Esos sonidos que parecen rebotar en la memoria todo el año. Esas micros viejas que lo llevan a uno no importa donde.

Por eso lo que hace Rodrigo, el fotógrafo, tiene tanto significado, porque logra su cometido no necesariamente de presentar a la ciudad, sino más bien, de hacérnosla sentir, vivir. Como si fuéramos nosotros los que caminamos por esas calles para comprar el pan o devorar una chorrillana, la verdadera, del puerto, no las imitaciones chantas de la ciudad.

Hay –cómo no– ascensores. Hay señores con boina. Hay colegialas de faldas cortitas. Hay restoranes, fotos en blanco y negro y pescados a la venta. Ferreterías, letreros antiguos, murallones de colores que recuerdan a Talcahuano. Hay vida única.

Claro, están los barcos, los cerros iluminados de noche; mujeres de espalda que parecen de cuadros. Es probable que esperen la vuelta de los marinos que besan y se van.

Está el tango. El patrimonio. La sensación de la vida nocturna que escribe novelas.

Rodrigo Gómez Rovira pone su ojo y lo que hace es poner su sentimiento, su empeño por que entendamos la belleza que nos quiere comunicar. Como si tratara de un mudo que hace lo inhumanamente posible por darse a entender para compartir aquello que explota dentro suyo por manifestarse.

Si se ama a Valparaíso, este libro será como ver los álbumes familiares donde se ha detenido la felicidad.

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6 Comentarios

  1. Hay que respirarlo, definitivamente, amigo Jiménez. Es difícil delimitar las razones exactas del magnetismo de ese puerto. Calles infinitas, múltiples centros, incontables miradores, callamperíos hacia los cerros afirmados en el puro deseo de no caerse, ferias extravagantes, cementerios que desde lo alto observan a los vivos, locos, lunáticos, borrachos, ninfómanas, maricones por millares y librerías que se hacen respetar. Pero para un principiante, más le vale empezar por El Cinzano.

    Saludos

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  2. Qué interesante! Suelo pasar una cantidad de tiempo considerable frente a la pc viendo fotos de lugares que probablemente nunca visite. Mi forma de turismo imáginario está condicionado por los ojos que miran, por la lente que captura y por los distintos procesos de digitalización y retoque.. por ello y pese a ello se puede disfrutar de un lugar a la distancia. Las colecciones fotográficas son un tesoro, así me decían los turistas con los que trabajaba por aquellos tiempos que habiendo recorrido la ciudad por meses (lo juro) aún así decidían comprar un libro de fotografías de nuestra capital.

    Ya quisiera darle una ojeadita!! Mientras buscaré por internet para quitarme la curiosidad respecto del lugar del cual nos hablás.

    Saludos.

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  3. Anónimo21/10/11

    Valparaíso tiene un magnetismo especial que sólo es posible de entender viviéndolo, recorriendo sus calles empinadas, sus escaleras interminables, sus miradores suspendidos en el vacío...es una ciudad que parece anclada en un tiempo indefinido, mezcla de pasado y presente...¡que ganas de volver a recorrerla bien acompañada, como hace algún tiempo!

    Caroline

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  4. Anónimo21/10/11

    Todos los lugares son hermosos cuando estamos en la compañia correcta. Yo quiero ir a tantos sitios con mi prometido!! Lo tenemos todo pensado y sentido sólo falta vivirlo. Qué ganas de estar contigo mi amor!!

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  5. Ludmila Alonzo22/10/11

    Lo he visitado con mi familia, un hermoso lugar. No vendría mal tener como recuerdo un libro de fotos pues las fotos familiares están contaminadas de buenos momentos y muchas caras!

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  6. Anónimo22/10/11

    Un lugar increíble de Valparaíso es el antiguo cementerio católico, donde yacen los restos de antiguas familias del puerto y algunos personajes relevantes de la historia de Chile. Se encuentra enclavado en un promontorio rocoso que se alza entre la ahora modernizada ciudad y se aprecia desde los altos edificios que se han alzado enfrente. La vista panorámica desde ellos es impresionante.La primera vez que lo ví me costó integrar mentalmente la coexistencia de ese lugar con una significancia de pasado y quietud eterna, resto de lo que algún día fue existencia; con la ciudad viva, ruidosa, trajinada y tan presente. Visitarlo es aún más indescriptible, ideas y sensaciones inusuales se introducen en la piel y la mente. Lo recomiendo totalmente a quien visite Valparaíso.

    Analía

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