Alejandro Zambra: Mínimas Historias Grandes

JUAN PABLO JIMÉNEZ -.

Borges se fue a la tumba esperando haber logrado el minuto en que un cuento se resumiera en el mínimo de palabras. Una frase de dos o cuatro palabras. No más.

En “Bonsái” (2006) el escritor chileno Alejandro Zambra cuenta una historia grande, armada como novela, en un libro donde lo que más hay son pocas palabras.

No sabemos si decir que eso sea un estilo, porque tal vez Zambra nunca se lo ha planteado como tal.

Lo cierto es que con “Bonsái” este escritor hizo una suerte de punto aparte respecto de la creación literaria chilena hasta ese momento. Claro, ya casi todo está hecho. Tampoco reinventó el lenguaje, pero sí fue un aporte, sí su modo de contar el choque de vidas en tan pocas palabras, más que una cuestión de espacio o síntesis, fue una forma de comprimir ideas, estados, sentidos, decisiones de los personajes, para mostrar todo ello como una suerte de tiempo real.

En “La Vida Privada de los Árboles” (2007) Zambra vuelve a un trabajo directo sobre la esencia de los personajes.

En “La Vida…” lo que más hay es desgano. Julián lo sabe bien. Verónica no llega y él se hace cargo de cuidar a Daniela, la hija de Verónica y su ex pareja, Fernando.

Puede que Verónica esté trabajando en su arte, puede que Daniela no se quiera quedar dormida solo por joder, puede que Verónica esté tirándose a su jefe. Pero ni la infidelidad es tanta para un Julián que ve pasar las cosas en poco tiempo, pero comprimiendo justamente ese tiempo que en el fondo son imágenes o pasajes de la vida, suya y de los otros que le rodean.

En “La Vida…”, dijimos, hay desgano. Un bonsái es un mundo tremendo escondido en un arbolito de juguete. Si Julián fuese una miniatura tal vez el bonsái ya perdería su sentido.

“Ándate a la conchatumadre” le escribió en la muralla del living Karla a Julián. Algo nada raro después de tantas batallas perdidas, de vidas a medias, del cansancio y el desgaste natural en una pareja que ya no quiere más de nada.

A Verónica es difícil describirla. Daniela se ve enfrentada a algunas verdades en un futuro imaginario. Fernando es un tipo “buena onda” que puede ser absolutamente prescindible y nadie se hará cargo.

Las cosas en este libro de Zambra suceden todas como si el mundo fuese un departamento, de esos donde las sillas son libros y un plato sucio se acumula sobre otro plato sucio después de una comida de la que ya nadie tiene memoria.

Los árboles… los árboles hacen lo suyo. Daniela lo sabe bien. Julián lo sabe bien con esas historias adornadas que le cuenta a su hija postiza, mientras Verónica hace quizá qué cosa mientras la vida por la ventana del departamento se sigue sucediendo.

“Ándate a la conchatumadre” y Julián a partir de eso construyendo su vida sin apuros a partir de cosas que pasan en otras vidas, sin hacerse cargo en su totalidad, pero haciéndose parte y actor como si esas otras vidas que le rodean y le afectan, sean algo así como obras de teatro donde él cumple un papel también.

La vida privada de los árboles es como la vida privada de estos personajes: distintas pero tan cansadamente parecidas, enraizadas a algo cuya profundidad es indefinible.

Todos los árboles pueden tal vez ser un bonsái, depende de cómo los miremos.

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2 Comentarios

  1. Luisa López4/10/11

    El tema de las perspectivas es sumamente interesante, me gustaría poder disfrutar de esta obra y muchas de las que reseñan por acá. Lamento sinceramente la poca difusión de la literatura hispanoamericana, cuando se ingresa en los locales de libros se pueden conseguir unas cuatro versiones de Harry Potter pero de la producción local poco y nada, ¿La culpa es de las cadenas de ventas de libros que dominan la oferta? Probalemente, pero también de los acotados intereses de las personas que no extienden el brazo para tomar el libro que está en el estante más alejado.

    Muy bueno, saludos.-

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  2. Anónimo25/6/12

    Es duro,pero si no eres un Neruda o un García -Márquez publicar es un sueño lejano . y se pierden valiosas obras que podrían nutrir nuestro espíritu.
    ah, la reina María Antonieta dijo sobre su pueblo que no tenía pan para comer "entonces que coman tortas"

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