Pablo de Rokha, el coordinador de la angustia universal

JORGE MUZAM -.

Hace dos noches volví a ver el documental “Pablo de Rokha: el Amigo Piedra”, realizado entre el 97 y el 2010 por la Fundación de Rokha. Lo disfruté más que la primera vez. Los rostros y las circunstancias se me aparecieron más nítidos y comprensibles.

Seguí los pasos vitales del Toro Furioso de Licantén a través de las voces de sus hijas Laura y Lukó, de sus amigos y de uno de sus nietos, también poeta y escultor. Conocí la casona de La Reina (más bien el lugar donde estuvo alguna vez y que hoy está invadida de malezas y retazos de muros), donde el poeta y su familia vivieron durante tantas décadas. Asomaron los recuerdos, la vida familiar, las penurias económicas, las comidas, el carácter del poeta, su ternura, su impotencia, su alegría, sus tristezas y su enorme soledad, cuanto más profunda en un ser tan sensible y consciente de sí mismo.

Pablo de Rokha fue un gran poeta y un gran luchador social, incomprendido y hasta despreciado por casi toda la sociedad chilena, por sus iguales, por sus antagonistas, por la misma clase trabajadora a la que defendió toda su vida y sobretodo, por el Partido Comunista, que prefirió amancebarse con el exhibicionismo adulatorio de Pablo Neruda.

Me hubiese gustado ver en el documental a un representante actual del Partido haciéndose cargo de esta infamia histórica.

En medio del documental se asomó la figura de un noble y humilde coleccionista, amante de la obra del poeta, que se había dado el trabajo de recorrer cada rincón del país buscando las obras perdidas. Tuvo éxito al encontrarlas casi todas, pero sus dificultades económicas le habían obligado a deshacerse de ellas, las que habían ido a parar a las manos de un coleccionista millonario que las tenía de adorno en su living.

Contribuyeron, además, en el mismo documental, a redimensionar la vida, la obra y las circunstancias históricas de Pablo de Rokha, el poeta Armando Uribe, el poeta Gonzalo Rojas, el académico Naín Nomez y el escultor Roberto Polhammer. Fue este último quien definitivamente se robó el documental, y no porque haya pretendido hacerlo, sino por la claridad conceptual, la fineza expositiva y la profunda sabiduría y humildad de sus palabras.

Poco antes de suicidarse, el poeta adoptó como hija a la pequeña y desamparada hija de su empleada, y en su testamento dejó expresamente clarificado que los hijos mayores debían proteger a la nueva hermana menor. Fue una especie de traspaso del amor entre dos seres profundamente solitarios.

La voz del escultor Roberto Polhammer, en referencia a Pablo de Rokha, me dio la impresión de ser la definitiva. Concordé en todos sus puntos, y en muchos de ellos hasta quedé sorprendido y completamente superado en lo que concierne a mis propios análisis sobre la vida y obra del poeta, no obstante haber leído gran parte de su obra y haber conocido numerosos aspectos de su vida.

Dice Polhammer, al finalizar el documental: “El muere a su manera, dentro de su campo de acción, dueño de su capacidad intelectual, habilitado para caminar y ser, sin llegar a la postración de la vejez, y determina que él, con este valor que, asumido, de ser sí mismo, reconoce que su propia muerte es desaparecer voluntariamente y se pega un balazo, entonces es consecuente en su vida y busca su propia muerte como un hecho que le corresponde, al cual tiene, por decirlo así, derecho, él tiene derecho a morir de esa manera…”
Sólo un gran hombre puede comprender verdaderamente a otro gran hombre.

Con los créditos finales surge la voz en off de Pablo de Rokha recitando el “Canto del Macho Anciano”:

“Viviendo del recuerdo, amamantándome del recuerdo, el recuerdo me envuelve, y al retornar a la gran soledad de la adolescencia, padre y abuelo, padre de innumerable familia, rasguño los rescoldos y la ceniza helada agranda la desesperación en la que todos están muertos entre muertos y la más amada de las mujeres retumba en la tumba de truenos y héroes, labrada con palancas universales o como bramando, en qué bosques de fusiles nos esconderemos de aquestos pellejos ardiendo, porque es terrible seguirse a sí mismo cuando lo hicimos todo, lo quisimos todo, lo pudimos todo y se nos quebraron las manos, las manos y los dientes mordiendo hierro con fuego, y ahora como se desciende terriblemente de lo cotidiano a lo infinito, ataúd por ataúd, desbarrancándonos, como peñascos, o como caballos mundo abajo, vamos como extraños, paso a paso, y tranco a tranco, midiendo el derrumbamiento general, calculándolo, a la sordina, y de ahí entonces la prudencia, que es la derrota de la ancianidad … vacías reptan las botellas, gastados los zapatos y desaparecidos los amigos más queridos, nuestro viejo tiempo, la época, y tú Winnett, colosal e inexorable, todas las cosas van siguiendo mis pisadas, ladrando desesperadamente, como un acompañamiento fúnebre, mordiendo el siniestro funeral del mundo, como el entierro nacional de las edades, y yo voy muerto andando, infinitamente cansado, desengañado, errado, con la sensación categórica de haberme equivocado en lo ejecutado, o desperdiciado o abandonado o atropellado al avatar del destino, en la inutilidad de existir y su gran carrera despedazada. Comprendo y admiro a los líderes, pero soy el coordinador de la angustia del universo, el suicida que apostó su destino a la baraja de la expresionalidad y lo ganó perdiendo el derecho a perderlo, el hombre que rompe su época, y arrasándola le da categoría y régimen, pero queda hecho pedazos y a la expectativa …”

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3 Comentarios

  1. Comparto casi en su totalidad ru reflexión, Jorge.
    Hay ciertas impresiones que son discutibles desde mi punto de vista.

    Quizá anácdotas probablemente, sin importancia.

    Al escribir de un poeta de esta envergadura, de mi abuelo, Pablo De Rokha, le temo a la artera construcción de un mito, olvidando al hombre.

    No digo que es eso lo que está plasmado en tu análisis.

    Digo que hay leves impresiciones que me provocan, un algo incómodo y difuso.

    Me gustaría tanto conversar contigo.
    Más que ello... es necesario, desde mi punto de vista.

    La invitación está planteada.

    Agradecería, me aceptaras una charla breve, acerca de esto, aquello y tantas cosas más, que tengo que expresar.

    Tú, como un hombre dedicado al análisis de las letras chilenas, pienso que debes contar con más antecedentes para completar y sostener tu reflexión, aún cuando en ellas solo opere como dato o información.

    Aprecio enormemente tu nota de este blog.

    Había cosas que había olvidado, y otras...

    bueno... desde ahí surge mi propuesta.

    Cariños

    LUISA DE ROKHA

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  2. Para mi será siempre un gran honor dialogar contigo mi querida Luisa.
    Respecto a las imprecisiones del texto, espero corregirlas con tu ayuda. Ya sabes que la figura de tu abuelo sigue despertando emociones de todo tipo, y yo, pues yo me abandericé por él hace muchísimos años, y puedo seguir argumentando y perfeccionando las razones estéticas, humanas y políticas de esa opción.

    Un fuerte abrazo.

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  3. El Viejo, como siempre lo llamé, encarnó (en su sentido lato) el Ser Chileno. Sintió, sufrió, vivió cada espacio cada piedra de este país. A sus gentes las amaba a su modo, con furia y con dolor por sus dolores.
    Buscando entender este país leí “Recuerdos del pasado”, “Gran señor y Rajadiablos”, “La Frontera” y encontré en “La Tonada de don Lucho Gontardo” del Viejo la más exquisita expresión del sentir ese mundo que “quizás” y solo quizás se esté perdiendo.
    Cuando ahora buscamos como tantos nuestra identidad en el mundo globalizado, nuestro “terroir” (como intentan hacerlo con los vinos) encuentro en el Viejo la fuente…

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